"El carácter destructivo hace su trabajo y sólo evita el creador. Así como el que crea, busca para sí la soledad, tiene que rodearse constantemente el que destruye de gentes que atestigüen su eficiencia. El carácter destructivo es una señal. Así como un punto trigonométrico está expuesto por todos lados al viento, él está por todos lados expuesto a las habladurías. No tiene sentido protegerle en contra. El carácter destructivo no está interesado en absoluto en que se le entienda. Considera superficiales los empeños en esa dirección. En nada puede dañarle ser malentendido. Al contrario, lo provoca, al igual que lo provocaron los oráculos, instituciones destructivas del Estado. El más pequeño burgués de todos los fenómenos, el cotilleo, tiene lugar sólo porque las gentes no quieren ser malentendidas. El carácter destructivo deja que se le entienda mal; no favorece el cotilleo." (W. Benjamin)
¿Por qué hay violencia y no más bien nada? La violencia es ineludible, a veces quisiera reducírsela a un mínimo, a veces quisiera justificársela de manera convincente mediante argumentos históricos, políticos o trascendentales; poco importa, la violencia es irreductible. A veces se habla de poner límites, de la necesidad de límites que contengan a los otros, siempre otros, tanto de sí mismos como de nosotros. Lo que se pasa por alto así, lisa y llanamente, es que la violencia responde ya a ciertos límites; es la respuesta misma a los límites, operantes aunque invisibles para los que quieren imponer (nos) otros. Siempre hay límites y desde siempre hay ya violencia, cuyo producto resulta más bien del intento de justificar de alguna forma 'particular' la existencia de esos límites que nos conforman (que nos aburguesan). Pues no olvidemos que nuestra humanidad se teje de imposibilidades y arbitrariedades (leyes) que se constituyen sobre las primeras. La violencia responde a una rigurosa economía del goce (¡ay!), por ello para poder "parar" efectivamente ciertas formas de violencia habría que poder proponer antes una economía más amplia, infinitamente más abierta, más compleja y heterogénea que aquella otra que sintomatiza (mos) desde la confrontación e impotencia ante sus propios límites ('nuestros').W. Benjamin por ejemplo diferenciaba 'violencia mítica' de 'violencia mesiánica'. Una responde a la fundación de la ley y el derecho, por tanto a la excepción soberana de quien funda un orden y en el mismo movimiento se auto-excluye para darle consistencia (es necesaria una excepción que confirme la regla). Otra responde a la destrucción de cualquier norma o derecho, es sin medida, inconmensurable, ni mínima ni máxima, imprevista. Así, no se ve venir el corte: el agente que lo produce es certero como un samurai. Por un lado debe estar próximo, muy próximo, cerquísima debe estar, casi que quema; por otro lado debe venir y retornar de un afuera impensable, desde una distancia mayor que el máximo, frío, impersonal como una constelación. El movimiento violento del corte que definitivamente corta la violencia 'particularmente' violenta es por ello imprevisto; sólo así es posible detener la especulación, el cálculo, la legitimación, el sufrimiento de la espera (el martirio) y del merecimiento o no.
Para decirlo de forma positiva: quien afirma una tesis cualquiera la sostiene de nada, sin fundamentos de ningún tipo, ni saber enciclopédico, ni grandes nombres, sólo de su decir en acto; y quien evalúa, para estar a la altura de tal acontecimiento, sólo puede cortar efectivamente si se atiene a su propia falta, en remisión a la falta del Otro. Pocas veces sucede así en nuestras instituciones de violencia particularmente violenta. Lo lamentable es que siempre se terminen ensayando los motivos que explicarían semejante imbecilidad.
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