"Cuando quería hablar, hablaba. Era fácil, demasiado. En el límite, a punto de callar, surgía de nuevo la palabra, vaya a saber de donde y hacia donde. Hasta atragantada hablaba la palabra a través del decir que era el mío, fugaz de ese momento, difuso, luego claro. Resulta extraño volver a repetir, con tanta sutileza como la de un elefante entrando en un bazar, lo que vuelve y envuelve una y otra vez; no hacen falta demasiados conceptos, ni giros lingüísticos, se dice, se repite y punto. Pero iba ya por otra parte, desplazándome por ahí, donde se excluía todo lo que desentonaba con la tónica/tópica dominante, buscaba el acorde errante y lo encontraba siempre allí, disonante. Hablar de «acuerdos en a-cuerdos» pero desentonando es posible, eso hago". (a)
Últimamente hay una pregunta que me acosa; esa pregunta vuelve una y otra vez, la encuentro en todas partes. Me hace dudar su terrible pregnancia, su repetición variante, el hecho de que todo derive de algún modo hacia –no desde– allí. Podría formularla de muchas formas, una forma cualquiera sería: ¿qué hay de político en el simple hecho de pensar, incluso de decir? Porque es evidente que aún atravesados por tantos discursos circulantes, por tantas demandas, en algún momento dado nos detenemos y pensamos (sin que de allí concluyamos existencia alguna). No es mera voluntad: acontece. Hay puntos de detención, hay impasses, hay problemas que más o menos delimitamos como podemos, sin precipitarnos ante la primera respuesta, demasiado a mano, demasiado conveniente ¿no? A veces, sí, a veces pasa.
Pero vuelvo a la pregunta: ¿qué podría haber de real en el concepto? ¿Cómo ser más fiel a eso que se juega en un momento imprevisto y que uno intenta siempre más o menos, fallidamente, articular? Es notorio observar que a veces, pese a las diferencias que dicen sostener, hay discursos que repiten lo mismo, producen los mismos efectos de sentido; mientras otros que parecieran en principio ser muy similares entre sí, aunque no lo digan abiertamente, generan una disonancia sorprendente, al menos para quien allí se dispone a escuchar y no se apresura por entender ni clasificar demasiado (¡ah! tal “ismo”, tal “ista”). No me voy a detener a considerar cuáles son ni voy a formular discriminantes para su uso, ni armar ningún protocolo, nada de eso. Simplemente constato algo que se repite de vez en vez y me sorprende (me sorprende incluso que la repetición cause ese efecto inesperado) Los nombres propios y los conceptos proliferan pero las diferencias son mínimas, insignificantes, entonces retorna la pregunta: ¿qué hay de praxis en esta teoría? Tan acostumbrados a ordenar nuestro decir según distinciones bipolares y claras, es más, tan acostumbrados ya a la crítica centrada (finalmente siempre hay algún centro) en estas disposiciones duales tan convenientes, ¿qué nos queda por decir? Lo mismo pero diferente y la multiplicación, por supuesto. Multiplicar, exponenciar desde diversos ángulos las posiciones enunciativas que dislocan los ordenes sapientes establecidos, ¿puede ser esto lo político en la teoría? Les dejo esta pregunta insistente.
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