jueves, 24 de diciembre de 2009

De(es)cisión

Quiero anotarlo para olvidarme mejor: la cuestión de la decisión sobre ese fondo estructural indecidible que llamamos a veces logos, a veces inconsciente, es, básicamente, una cuestión (sujet) de escisión. El logos, o sea la palabra misma -dividida- lo dice: decisión es cisión, es cesura. Después vino la locura con su justa razón (Foucault) y la delgada lámina que ahora, cual libro de arena, nos separa infinitesimalmente de ello: la razón de la locura y la locura de la razón. Por fortuna y virtú existe la escritura: el salto al límite.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

cuentos

Supongamos que lo que intento, siempre de manera fallida, es contar cuentos que se cuenten a sí mismos como les plazca. Al modo de Las mil y una noches o del Quijote (no dejemos que Foucault nos dicte el orden temporal discursivo en que se tejen y destejen las palabras y las cosas). Y digo fallido ahora con "o" porque a mí me refiero sin más, en breve bucle, aunque en general a cualquiera que se diga "yo" en un momento dado de duda radical, puesto que para hacerlo como se "debe" (al modo de la deuda heredada) sólo es necesario asumir de entrada la falta y de salida veremos.

Pero volvamos al ruedo, al rodeo de decir que venía a cuento de mi cuento del mero hecho de contar con lo que se halle más a mano al pasar la curva: números reales, irracionales y complejos; letras insignificantes, letras de letras o filosóficas o musicales (mis inventarios no son exahustivos don Borges), etc. O argumentos pasionales tanto como racionales a más no poder, hasta el impoder mismo. Todo ello para aplazar la condena ya olvidada hace tiempo, por necesidad, aunque cada tanto recordada entre contingencias y sobre todo y antes que nada y además: por imposibilidad constitutiva; sí, demasiado constitutiva.

Yo hablo, así, como puedo, como me sale hablar al ir hilando y atravesando los umbrales de sentido que se interpolan caprichosamente en el decir que no, que finalmente no, que es el mío: impropio -en cuanto distintos cordeles lo atraviesan. Es increíble además que haya tantos tonos resonando por aquí y por allá; no quiero distraer, por ello, de la cosa temerosa que aplaza y desplaza la palabra una vez más, entre tanto. Pero de eso se trata y de eso, a veces, también se cura. Uno va hilando porque 'no es' sino el espacio vacío -otra vez- que se juega entre el hilo que teje y el tejedor tejido; y quién sabe que más ¡Cómo concurren a un tiempo aquí los amigos citados con sus decires varios!, y qué bueno es no tener que creerse nada después de tanto pasado-presente, tan cercano, tan prójimo ¿no?

lunes, 14 de diciembre de 2009

La derecha suicida

Hay una serie de indicios que me llevan a pensar que existe una extensa parte de la sociedad que es profundamente suicida. Por supuesto: se trata de aquellos que individualmente casi nunca llegan al acto propiamente dicho, pero aún así quisieran arrastrar al conjunto en su delirio de muerte.

Me refiero a esa parte privilegiada, desde el punto de vista económico, que se suele desplazar tan fácilmente hacia el polo derecho del espectro ideológico -cuando algo se redistribuye- aún sin estar siempre de manera explícita ahí.

Ya había escrito algo sobre la locura que se reflejaba en ciertos líderes políticos como Biolcati, Macri y otros en la plena identificación a un "nosotros" exclusivo que determinaba claramente su lugar (hacer click en el título para leerlo). Pero ahora -luego de tan tristes elecciones- siguen aflorando toda una serie de declaraciones lamentables que confirman la fuerte dependencia que estos personajes tienen en relación a la imagen distorsionada que les devuelve el espejo con el objeto, por supuesto, de confirmar su identidad (de clase).

Pienso por ejemplo en las declaraciones "yabranezcas" de un ejecutivo de TyC Sports cuando la AFA dio por finalizado el contrato de televisación del fútbol con esta empresa multimediática: el susodicho dijo frente a las camaras algo así como "me han pegado un tiro en la cabeza". ¡Es increíble el grado de desafección! Pareciera que estos tipos viven de ese modo: con una pistola en la cabeza -o un palo donde ya se sabe: donde siempre se sabe y no se soporta bajo ninguna circunstancia la incertidumbre-. Es lo que define al estilo de vida de nuestros modernos ejecutivos, como tan bien describió el autor de uno de esos libros sobre el mundillo de la publicidad que también se hizo película (99 francos, creo).

Luego escucho a un célebre presentador de TV (Bayly) decir que preferiría votar al opositor de Evo Morales, lástima que tal personaje sea un militar homofóbico que afirma sin tapujos que la homosexualidad es una enfermedad, definición que por supuesto nuestro conductor no comparte pues es su misma condición de goce, lástima entonces que su modo de explicárselo -su metalenguaje digamos- comparta tanto código ideológico con el homofóbico aquél que de ser presidente no dudaría en, cuanto menos, internarlo para extirparle el "mal" -biopolíticamente hablando-.

Así es, la derecha ostenta un odio silencioso contra sí misma, odio que atraviesa a la sociedad en su conjunto y que cada vez se generaliza más y más: se hace oír por todas partes en libidos rencores.

Incluso en la cumbre de presidentes reunidos en Copenhague para reducir la contaminación ambiental, los mismos representantes del congreso estadounidense se atrevieron a desautorizar a su presidente en caso que éste se comprometiera con cualquier promesa de reducción en la emisión de gases que "ellos", en nombre del pueblo norteamericano, no estaban dispuestos a apoyar.

Por último, leo aquí, en mi país, que nuestra benemérita unión de industriales, contra la lucidez de su fundador, no cesa de mirarse según las recetas de un primer mundo que se han develado desastrosas (incluso para ellos), todo con tal de no reconocer la especificidad de su condición latinoamericana, atentando así contra sus propios intereses de clase.

Me pregunto ¿qué le pasa a esta parte de la sociedad que insiste y persiste en los viejos modos que nos llevan a la autodestrucción: ideologías de muerte, destrucción del medioambiente, odio a la diferencia, imposibilidad de reconocer la singularidad? ¿Y qué le pasa al resto de la sociedad que no puede desprenderse de semejante tumor que crece y crece cada vez más agresivamente bajo la consigna mortífera del único Amo: el capital?

lunes, 7 de diciembre de 2009

¡Es por amor, estúpido!

a(l)mimismo y cualquiera que se me asemeje para que no lo sea tan empecinadamente

Se trata de profundizar a veces el malentendido, pues "no hay relación sexual" ni tampoco "social" ni tampoco "cultural". Lo repito cada tanto. Pero, en cambio, hay amor. Que es "dar lo que no se tiene". Ni odio ni ignorancia ni saber: amor. O sea, nada, vacío: joder lo menos posible al otro con las estupideces propias (obsesiones, garantías y recaudos infinitos). No es cuestión de abstinencia sino de saber pasar, de forzar, de atravesar los límites dispuestos con tan buenas intenciones, como siempre, para decir "lo verdadero de lo verdadero"; cada quién según la especialidad en la que se reconforta. El materialismo aleatorio (Althusser) postula que cayendo en el vacío, quizás, los átomos se encuentren y "prendan", tomen consistencia. Para ello hay que despejar, abrir a la facticidad de decir así, sin recaudos ni garantías. Pasar, pasar, escribir, pensar, lo que sea, pero dejarse ya de joder con las microreferencias superespecíficas que hacen a la lógica fálica de quien pretende tenerla más larga...a la lista de lecturas especialísimas del comentario de una frase, etcétera. ¿De qué sirve corregir? Sí, por supuesto, sirve a una función (de saber), pero de ninguna manera al pensamiento, al encuentro singular con el otro, incluso si fallido.

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La circularidad conceptual

(Breve fragmento de un trabajo a aparecer en cualquier momento)

Hay una dificultad central en el planteo badiouano del acontecimiento. Es conocida pues la menciona el mismo Badiou en el prólogo a la edición en español de El ser y el acontecimiento:

"La doctrina del acontecimiento está marcada por una dificultad interna, enunciada de manera práctica en su misma exposición: si el acontecimiento subsiste sólo porque ha sido objeto de una nominación ¿no hay en realidad dos acontecimientos (el múltiple supernumerario, por un lado, y su nominación, por otro)?[…]Para superar esta dificultad, es necesario complicar un poco el concepto de acontecimiento, dotándolo de una lógica (el acontecimiento es desprendimiento inmediato de una primera consecuencia, tiene una estructura implicativa) y no sólo de una ontológica (el acontecimiento es un múltiple infundado). A su vez esa lógica esclarecerá la potencia propiamente temporal del acontecimiento, la capacidad de engendrar un tiempo propio…" (Badiou, 1999)

Para intentar resolver esta circularidad entre el acontecimiento y la operación de nominación/intervención Badiou recurre a un grafo, en Condiciones, donde distingue cuatro operaciones sustractivas: a) lo indecidible, b) lo indiscernible, c) lo genérico y d) lo innombrable. Es decir vuelve al trazado diagramático por donde comenzó Lacan para dar cuenta de la temporalidad lógica retroactiva en que se constituye el sujeto del Inconsciente. No está nada mal. Pero quizás no sea inoportuno prolongar el esbozo del trazado conceptual lacaniano hasta sus últimas consecuencias. Es lo que intentamos hacer con el nudo borromeo, a fin de modular otras articulaciones posibles en torno al problema de la circularidad conceptual. Como diría Heidegger, ‘el problema no es salir del círculo sino entrar en él del modo justo’. Desde mi punto de vista, el nudo borromeo nos permite esa aproximación justa.

Un problema recurrente en filosofía es que la naturaleza del concepto ―tal como habitualmente se lo piensa― o bien excluye la temporalidad, pues requiere fijar los términos y definirlos según una secuencia lógica necesaria, tal como ocurre en el ámbito de la filosofía analítica, o bien se subordina su producción -la del concepto- a una historización homogeneizante, sea abierta a múltiples círculos de sentido como en el caso de la filosofía hermenéutica o cerrada bajo un sentido último como en las filosofías de la historia. Así, el concepto de acontecimiento, cuya naturaleza es eminentemente temporal, aunque rompe con la homogeneidad de cualquier lenguaje pareciera agudizar aún más este problema.

Si bien para Badiou se puede teorizar el acontecimiento, de ninguna manera es lícito pretender que el concepto elaborado filosóficamente sea él mismo un acontecimiento (como en el caso de Deleuze o Heidegger); de ahí la dificultad mencionada. Badiou define el acontecimiento de una manera muy simple, recurre para ello al matema: ax {x/x, x E X, ax}. Esta definición es meta-ontológica, es decir, supone la prohibición matemática (ontológica) de la auto-pertenencia postulada en la teoría de conjuntos vía el axioma de fundación. Pese a la complejidad de las formulaciones filosóficas de Alain Badiou, se podría decir que su soporte es en realidad muy precario ya que depende de esa prohibición (la cual como han señalado algunos críticos podría en algún momento no seguir siendo operante en matemáticas; i.e. Aczel demuestra que la negación de este axioma es consistente con ZF).

De allí que Badiou en Lógicas de los mundos se esfuerce por ofrecer una conceptualización lógica (onto-lógica) del acontecimiento y la verdad ―recurriendo a la teoría de categorías― y no sólo matemática (onto-lógica) como lo hacía en El ser y el acontecimiento. Pero antes de pasar a esta nueva conceptualización presentada en Lógicas creo que es necesario ajustar más algunos términos y sus enlaces respectivos.

Si mencioné más arriba que Badiou define explícitamente el acontecimiento como múltiple infundado (la auto-pertenencia) es porque sostengo además que implícitamente lo define de una forma rigurosa y compleja en el entramado filosófico que conforma el nudo conceptual acontecimiento/sujeto/intervención/sitio . Afirmo que es en la mutua interdependencia de estos conceptos y de sus diferentes registros discursivos donde se anuda el tiempo singular ocluido habitualmente de las formulaciones teóricas (las que lo suelen relegar a la empiria o a la modulación lengüajera). Del mismo modo que la filosofía, tal como la piensa Badiou, es el nudo impropio de sus condiciones heteróclitas . Por ello no me parece productivo evaluar la temporalidad compleja de este entramado conceptual recurriendo al parámetro normativo externo de la sucesión lineal cronológica (i.e. ¿qué es primero el acontecimiento o la intervención?).

El complejo conceptual: acontecimiento/intervención/sujeto/verdad, presupone un modo de articulación implicativa por el cual cada término reenvía a los otros para sostenerse mutuamente entre sí; sin jerarquías estructurales fijas como, i.e., las del triángulo hegeliano. El punto a evaluar es si la ‘circularidad’ que se puede observar entre ciertos conceptos (i.e. acontecimiento-intervención) es tautológica y estéril o, por el contrario, se interrumpe y abre al cruzarse con otras circularidades, conformando así una estructura borromea que nos permite circular por ―y articular― infinitos círculos: conceptos y términos.

Estructura implicativa I
El concepto de acontecimiento puede parecer ‘circular’ si se lo remite especularmente al concepto de intervención. Lo que abre y complejiza esta remitencia biunívoca circular, sin eliminarla por supuesto, es la consideración simultánea de los conceptos de estructura (cuenta-por-uno), por un lado, y verdad (multiplicidad genérica), por otro. Así es que el acontecimiento, evanescente e indecidible en la estructura de situación, recibe su estatuto existenciario (para hablar como Heidegger) de una nominación in(ter)ventiva que lo fija, al menos parcialmente, y lo hace circular. Pero esto sólo es posible porque presupone la existencia de una estructura o cuenta-por-uno, es decir, un emplazamiento concreto (sitio de acontecimiento) en el que se muestra la falla de manera recurrente y se cuenta dos veces lo mismo (como un dejà vu): el sitio y el nombre. A su vez esta falla es ignorada desde el punto de vista del estado de la situación (meta-estructura), y sólo es puesta en evidencia por la nominación del acontecimiento, por su insistencia suplementaria sobre la estructura.

Estructura implicativa II
La estructura en su borde, que es el «sitio del acontecimiento», no cuenta una multiplicidad genérica (verdad), pero la intervención ―autorizada por la ocurrencia del acontecimiento― fuerza a la cuenta-por-uno a hacerlo. Aquí seguimos, entonces, un encadenamiento que no se deduce necesariamente según la lógica simple: antecedente-consecuente, sino que depende de la contingencia de los enganches, donde cada una de las instancias se interrumpe y remite a otra, la cual a su vez remite a una tercera, una cuarta (y ésta a la primera); es decir que sólo son necesarios si se desea sostener la consistencia del conjunto, pero no a priori. No hay un orden jerárquico, no es primero el acontecimiento (con todo lo que suscita el motivo de la espera), ni primera la intervención (con todo lo que suscita el motivo de la voluntad o la capacidad), ni la estructura (con todo lo suscitado por el motivo de la sumisión), ni la verdad (con todo el motivo de la revelación). Se recurre a la secuencialidad sólo para poder describir el proceso, pero estos múltiples conceptos concurren simultáneamente en un tiempo lógico singular. Cada uno de los componentes del complejo conceptual presupone a los otros, no de manera indeterminada como “otros significantes” (la definición opositiva y diferencial estructuralista), tampoco de manera claramente determinada como la negación hegeliana; sino a partir de su propia apertura e interrupción, que permite el enganche con los otros y le brinda consistencia al conjunto: al modo de un nudo borromeo.

domingo, 6 de diciembre de 2009

Reflexión minimalista sobre la importancia de las citas II

Pero hay especialistas en Borges y en Lacan -como dice Sabina- incluso en Sabina.
Por supuesto, cada quien hace lo que puede ¿no?

Reflexión minimalista sobre la importancia de las citas

Las citas, ¿son ellas, en su exacta exactitud, importantes para el pensamiento de lo cualquiera en su singularidad-plural?
No.

martes, 1 de diciembre de 2009

Ser-dicho-so

Hace rato que vengo planeando una fuga. ¿Es extraño, no? "Vengo planeando" ya me detuvo y caí por tierra -que es otra forma de decir: aterrada-. Pero no vengo planeando de "planes" sino de "planos": planos de inmanencia y de inminencia. Vengo trazando puntos de fuga; los escribo así medio a las apuradas, al vuelo, como pasando, tan al ras que a veces ni se notan (¿ustedes lo notan? [entre paréntesis suelo inscribir la variable lectora y entre corchetes ésto]). Por las dudas anoto, para existir. Así es, las dudas no son sólo parte del descarte (del Descartes del comienzo, ¿recuerdan?), también permiten el despegue en algún punto impreciso que insiste en escribirse. Y ahí voy.
Hace rato que vengo insistiendo sobre ese punto impreciso, que se interrumpe y retoma (¿se dan cuenta?, ¿se cuentan allí?). De noche, a oscuras, en la más absoluta absurdidad de decir y de resonar en ello: el dicho. Ser-dicho. Hacerse oír. Escuchar. Hay verbos, palabras, constelaciones. Perdonen mi imprudencia, soy incauto de lo real: que es un grito, como en Munch, un cuadro - dentro de otro cuadro que, además, me devuelve la mirada, esquiva-.
Las palabras no son caprichosas, ni se las lleva el viento; tan rigurosas son ellas en su plena libertad de decir, que les importan tres carajos las convenciones, sobre ellas más -que- bien se deslizan (no voy a hablar de la materialidad que les sirve para eso). Ahi voy. Vengo trazando planos que se curvan de vez envés (del tiempo al espacio). Hay muchas alegrías que se condensan en este decir escrito, ¿hará falta un dicho más adecuado -al uso- a la imaginería común? No lo creo: la creo, más bien.