martes, 24 de abril de 2012

Tesis sobre el poder

Hay una especie de chiste gráfico en el cual se ve a alguien -un presunto político, pero bien podría ser un predicador, un juez, un periodista- dirigirse al público desde un púlpito. Lo curioso -y que hace al chiste- es la precariedad de la posición desde la cual habla este personaje, pues lo hace parado sobre una tabla que pende, a su vez, de un precipicio y es sostenida por el mismo público al que se dirige. Se puede leer una consigna que, por las dudas, nos lo explicita: "la gente ignora el poder que tiene". Es cierto, la gente podría irse y ya no sostenerle más la tabla a quien les habla desde esa posición de "supuesto" poder, pero ¿por qué no lo hace? Lo que pasa por alto el chiste es la osadía del equilibrista que se ha aproximado al abismo y confía absolutamente en su público. Ellos, lo sepan o no, no pueden estar más que fascinados con la insólita posición que ha adoptado el hablante. Esa fascinación no responde necesariamente a una lógica del espectáculo; el abismo que se abre ante sus pies constituye nuestra indómita naturaleza humana, el poder o la potencia, mientras que la tabla y el púlpito son los precarios artificios materiales-simbólicos con los que apenas nos aproximamos para decir algo respecto de ella. Parte del asunto del poder se dirime entonces en la alternancia para asumir el riesgo de una posición de enunciación tan precaria, al límite, y no en simplemente fugarse o hacer que siempre sea el mismo el que la ocupe.

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