martes, 3 de abril de 2012

Análisis político

Hay una parte de nuestra burguesía que se ve que la pasa bárbaro: puede viajar, comprar, vivir como se le antoja. No me parece mal. Lo curioso es que su endeble conciencia de clase le haga creer que todo se debe a su esfuerzo personal, como si lo que ha costado -y aún cuesta- sostener esta situación, en la que ellos pueden sostener su placentera forma de vida -con o sin esfuerzo-, no fuera producto de un ingente trabajo colectivo orientado por el gobierno de CFK, que ellos denostan. Considero que es parte de la responsabilidad del gobierno despertarlos con un buen golpe de esa modorra estupidizante e irresponsable en la que se autosatisfacen.

Si hablo de 'golpe' no es para evocar fantasmas del pasado, pues pienso que es también parte de nuestra responsabilidad intelectual renovar los lenguajes políticos (los añejos golpistas ya no golpean), en tanto las actuales conciencias autocomplacientes -antaño cómplices de golpistas- se conforman en lenguajes tecno-mediáticos donde todo es deslizarse, fluir, sin encontrarse de golpe con ninguna realidad. A eso apunto. Además, resta aclarar, para mí el golpe por excelencia es el del arte...marcial (el karate, sin dudas).

Si bien esto puede generar ciertas disonancias, quizás esté bien que así sea, sobre todo para un movimiento complejo que busca integrar diversas dinámicas y lenguajes, problemáticamente. Está bien que haya partes anómalas que no se entiendan del todo (o que se entiendan mal). Esto que digo, por supuesto, excede y atraviesa el Estado hacia una forma de sostener el polemos sin que eso marque diferencias totalizantes, o coincidencias plenas.

Lo cual es ineludible si se piensa que, como en todo movimiento, existen dos tendencias contrapuestas: la que busca construir un lenguaje omnipotente que lo diga todo para todos, sin resto, y la que busca generar una lengua-sujeto con zonas indiscernibles, excesivas o anómalas, que sólo en el transitar podrán ir desplegando su efecto.

Por último, quizás deba aclarar que no dije "toda" la clase sino una "parte" de ella, y en segundo lugar no antepuse lo "colectivo" por sobre lo "personal", sino sólo en virtud de la explicación -esa endeble conciencia- y el odio que porta esa parte, de un sector social mucho más amplio, hacia el gobierno. Estos matices pueden ser pasados por alto en lecturas que se dejen llevar por el lenguaje político aparentemente clásico que escogí.

Pero los matices hacen a la complejidad actual y a la necesidad de renovar los lenguajes políticos -que ineludiblemente igual nos atraviesan-, para pensar la coyuntura sin caer en opciones dicotómicas y reductivistas: burguesía vs proletariado, personal vs social, nosotros vs ellos. No creo que alcance tampoco con el lenguaje de los "contras". Pues no basta con oponer al poder, al saber, al orden, a la racionalidad o a la fuerza, las figuras correlativas del contrapoder, la ignorancia, el caos, lo irracional o la contrafuerza (violenta o pacífica); hay que aprender, en cambio, a incorporar el poder en los puntos locales en los que, cada quien, se sienta autorizado para excederlo, dislocarlo, y por ende abrirlo a otras composiciones imprevistas, en lugar de reproducirlo (pasiva o activamente).

Estoy pensando en los movimientos efectivos, concretos, dados en la superficie y legibles para cualquiera, que realiza este gobierno para articular de otro modo lo social. Los leo como movimientos transversales que atraviesan justamente distintos estratos sociales, económicos, culturales y demás, e intento ceñirme a ellos en lo que escribo para pensar. Vale el esfuerzo personal y vale que haya diferencias sectoriales, son ineludibles, lo que no justifica la miopía y la estupidez que no capta los nudos que nos constituyen y hacen que todos dependamos de todos, en partes que no por ser indiscernibles son impensables.

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