lunes, 2 de abril de 2012

Escritura y duelo

¿Por qué tardé tanto en hacer el duelo?, ¿por ella? ¿Pero acaso podría medirse el tiempo del duelo, y atribuirlo, como si acabara alguna vez, en alguien?

Recuerdo que se abrió el suelo ante mis pies, en el decir que era el mío de ese momento; literalmente se abrió y ya no hubo sostén ni respuesta: me dejé caer inexorablemente, en un mar incontenible, infinito, de pena.

Lloré. Lloré a mares, como nunca había llorado, sin razón ni consuelo. Lo más extraño fue que no me sentí apenado por eso; ni tampoco tenía que ver mi penar, me dí cuenta, con ella. Era otra cosa, infinitamente otra, la que se abrió de repente, en ese extraño tiempo.

Mi situación era lamentable, no podría describirla adecuadamente, y sin embargo ya empezaba a escuchar una multiplicidad de voces incontenibles que arrebataban la escritura.

Recién hoy puedo tomarme el tiempo de escribirlo, así no más, aunque ya haya anticipado fragmentos.

Voy a dejar de oponerme (por si aún quedaba algo); es tiempo de desaparecer, pues la fuerza reside en la sustracción (la implica).

No hay comentarios:

Publicar un comentario