domingo, 21 de febrero de 2010

Una abertura material

Ah, tan difícil pensar, tan difícil me decía. Porque se abría todo de golpe, de par en par, y caía. Todo-de-golpe se abría. Era como si dijera: "agarró de pronto un tiro y se lo pegó en el pecho". Así nomás, de puro queseyoqué. Las palabras son como estacas, a veces. Otras veces, he dicho, como hilos o constelaciones. Ahora mismo, en cambio, como flechas lanzadas desde ningún lugar y hacia ninguna parte. Por supuesto, siempre algún inocente se atraviesa en el campo -de la palabra y el lenguaje- y así resulta atravesado también. Es el caso (casus): el que cae en la imprudencia. Pero difícil, además, pensar cuando lo que se abre ya no está tan bien determinado ¿no? La exclusión específica, tan conveniente había sido. Cuando lo que se oye aquí, por otra parte, tiene una textura cuasi material diría; y si me apuran diría más: materia pura -de- la textualidad entretejida de voces que se complacen en pronunciarse inadvertidamente -y no tanto-. He oído, he saboreado letras, palabras, acordes, casí diría: transmodalidad sensorial. Como cayendo de golpe y trenzandose así, desde su extraña heterotopía, cada parte. Extraña materialidad, la que se encuentra imprevistamente en esos cruces, en esos bordes: Se apareció la estrella de pronto y en un breve desplazamiento intenté enfocar hacia ella un intento; eso es lo que quiero decir ahora torpemente, porque de ahí provenía una fuerza inusitada, lejos de cualquier mecanismo o gravedad; era más bien otra cosa. La estrella, yo, la fuerza y la escritura, ¡qué extraña combinación de letras! Era un cuerpo extraño, un cuerpo tejido de letras, he dicho. Eso sucedió -y no cesa: de escribirse-.

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