miércoles, 3 de febrero de 2010

Palabras más o menos

Hay una dificultad inherente a la palabra que se manifiesta sobre todo al momento de intentar decir cualquier cosa - ante otros, por supuesto. Caí en la cuenta de ello imprevistamente, antes que en el análisis, en el teatro. Era llamativo ver, por ejemplo, en algunos talleres que realicé hace tiempo, que más allá de las inhibiciones habituales suscitadas a la hora de expresarse con el cuerpo, con gestos o movimientos inusuales, la dificultad mayor se presentara ineluctablemente a la hora de trasladar tal libertad de expresión al ámbito de la palabra. Recuerdo un taller en particular donde todos los participantes eran especialmente creativos y desinhibidos para cumplir las consignas más inverosímiles y absurdas, movilizando en sus actos el cuerpo entero, con todas sus posibles contorsiones, ritmos y desajustes. Sin embargo, resultaba evidente que al momento de cumplir alguna otra consigna, que implicara hacer lo mismo con palabras, la inhibición o estereotipia entraba en escena abruptamente.
Este relato se suscita, creo, a raíz de haber visto hace poco un vídeo de Lacan ofreciendo una conferencia en Lovaina (1972 -hacer click en el título para ir al enlace). Allí, tanto como en la entrevista realizada un día después, todo pasa -no cesa de pasar- por el lenguaje (temáticamente) y sobre todo por la palabra. Hasta en la interrupción imprevista de un estudiante que le tira agua sobre el escritorio y farfulla algo sobre la alienación -la suya-, Lacan sostiene su palabra: se mantiene en silencio, pese a lo inaudito de la situación, escucha, y luego que el alienado se ha expresado, Lacan continúa hablando, retomando lo que venía ya improvisando con alusiones a lo sucedido, ¡increíble!
Entonces, la palabra se interumpe y prosigue, incansablemente, hasta en el haaaartazgo (el día siguiente), hasta ante la insólita estupidez de la certeza inconmovible. ¿Se puede ser tan fiel a un decir que se pronuncia, así, en todos sus pliegues? La palabra, cuando no espera ninguna garantía del Otro, cuanda habla por hablar, a pura pérdida, es en extremo rigurosa bajo sus formas impredecibles, y prosigue aún: "hay que continuar, (yo) no puedo continuar; voy a continuar".

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