martes, 23 de febrero de 2010

De la trama

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonías?


Es conocida esta pieza perteneciente al último movimiento del poema borgeano sobre el ajedrez. A mí la parte final es la que más me gusta "...de polvo y tiempo y sueño y agonías"; esas "y" repetidas que muestran como cierta distensión de las elucubraciones metafísicas antecedentes. Es conocido también, aunque quizás menos, el sintagma lacaniano "No hay Otro del Otro", y sus equivalentes "No hay metalenguaje", "No hay relación sexual". Pero ¿dónde empezó la trama?, y principalmente ¿dónde se dió vuelta para empezar a contarse -entrelíneas-?. No hay dios detrás de dios, o como dice el materialista-ateo Spinoza: dios es más bien la única sustancia. De ahí en más todo es atributos y modificaciones, torsiones y pliegues sobre la trama misma del lenguaje (el mismo poema de Borges es una muestra material de ello). También, por supuesto, las elaboraciones conceptuales badiouanas que diferencian por ejemplo meras "modificaciones" de verdaderos "acontecimientos" según la intensidad de la torsión y sobre todo de sus consecuencias. No hay Otro del Otro quiere decir también que el sujeto se constituye sobre una trama que se encuentra desde siempre allí, pero que es además recompuesta cada tanto mediante cortes y suturas (tejida y destejida): poemas, políticas, axiomas, etcéteras. No hay dios detrás de dios quiere decir que nada nos impide inventar con los materiales significantes dispuestos en la trama; ningún guardián de las puertas de la Ley nos detendrá el paso (pas) si no le preguntamos cobardemente lo que suponemos debería saber (si dejamos de suponer detrases). Escribir poemas, entonces, como tantas otras formas de afirmar el No (pas). No hay origen. O el origen es el acto de corte y sutura sobre la trama. O el dios detrás de dios es la pieza que cada vez recomienza: em-pieza -por tomar el hilo-. Y así.

Para finalizar cito las palabras que encontré luego -a veces me pasa- de un amigo lúcido.

"La metáfora textil es común a Spinoza y a Marx. El primero no deja de hablar de conexiones de cosas e ideas que traman el orden de un mundo sin kosmos. Marx, por su parte, permanentemente utiliza la figura del hilado. Como si el trabajador hilvanara la historia que, al mismo tiempo, teje su destino. Sin embargo, ambos pensadores no dejan de advertir de los peligros y consecuencias para la libertad de un poder que trabaja puntuando los nudos, cristlizándolos en identidades; enlazando el sentido de la historia que se escribe al nudo de un sentido dado. (cursivas mías)

"La conexión es la praxis del cuerpo; la praxis es el alma del cuerpo."

"Soledad y política. Bien podría la política recubrir la soledad con el lienzo del mito y anudarla con el lazo de la identidad. Bien podría, por el contrario, desplegar su sonoridad -soledad que hace eco- a través del reparto sin fin de las voces." (Carlos Casanova en el compilado "Política y soledad". Se puede ver de manera incompleta haciendo click en el título de esta entrada, p.394)

Resuena con algunas cosas dichas por aquí. Y otra más de J.L, Nancy:

“Política de nudos, de anudamientos singulares, de cada uno en tanto anudamiento, en tanto que relevo y relanzamiento del anudamiento y de cada nudo en tanto uno (pueblo, país, persona, etc.), pero un uno que no es uno más que según el encadenamiento: ni el 'uno' de una sustancia, ni el uno de un puro conteo distributivo. ¿En qué consiste un nudo?, ¿cuál es su unicidad, cuál es su unidad?, ¿cuál es su modo de ipseidad?, o bien, ¿en qué cosa toda ipseidad es ella misma, un nudo, una nudosidad?; ¿qué pasaría si en la comparación platónica del arte de lo político con el arte del tejedor ya no se considerara más el tejido en cuanto segundo, en cuanto sobreviniendo a un material dado, sino en cuanto primero, y en cuanto él mismo formador de la res?, o aun, y para retomar un término que ya he utilizado, ¿qué pasaría si se considerara que nuestra comparecencia precede toda 'aparición'?” (J.-L. Nancy, El sentido del mundo, p. 95)

Nos com-parecemos, diré, cuando hallamos puntos de cruce alternados.

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