Coincido con Sauval en este diagnóstico de situación:
"Lo público se reduce a una pantalla donde no proyectamos otra cosa más que preocupaciones privadas, confesiones de secretos e intimidades. A diferencia del fantasma que atemorizaba a Orwell en su novela 1984, de que lo público invada y anule lo privado, en la modernidad actual nos encontramos con un fenómeno contrario, donde lo privado ha colonizado todo lo público. En la medida en que desaparece el campo de las explicaciones, lo único que pulula son los fenómenos de espejo, es decir, los reality show. Todos buscamos "ver" en un "ejemplo", la forma de realizar nuestras ambiciones, la solución a nuestros problemas. En vez de buscar entender, por la vía de explicaciones racionales, lo que buscamos es una imagen donde poder hipostasiar nuestro ser, la imagen de un ejemplo."
Es algo cotidiano; uno se encuentra todos los días con ese tipo de proyecciones imaginarias sobre el orden de las causas (de hecho eso hace la ideología: invierte especularmente), sobre todo en materia política que es algo tan "opinable" en estos páramos (que si "doble comando", que si la ropa, que tal tic, que viste, etc.)
Continúa MS:
"Todo esto pone de relieve la afinidad de la ideología imperante con la estructura de la neurosis. Pues, si hay algo que no soporta el neurótico, es el orden de su determinación, en tanto objeto causa del deseo del Otro. Y si algo enseña el análisis - lo mismo que la historia - es que no puedo acceder a otro margen de libertad que el que resulte de esa asunción de mis determinaciones. Negarlas no produce otra cosa más que su confirmación y consolidación. Soy tanto más esclavo de mis determinaciones cuanto más las niego. Y a nivel social, la ideología posmoderna promueve este tipo de rechazo, y en tanto tal, nos sumerge en las peores esclavitudes." (Michel Sauval en http://www.sauval.com/articulos/liquido.htm)
Si bien se puede tornar algo dificil de entender esta extraña combinación de determinación significante (mandatos, imperativos) y goce pulsional (satisfacción en la servidumbre), darle vuelta a la trama ontológico-política de la cual cada uno es parte tejida no es asunto de mera información ni de saber recolectado (por eso no comulgo con lo de las explicaciones pedagógicas sino con la producción de conceptos); hay en cambio acontecimientos en la vida de cada quien que habilitan esos pasajes e inversiones; hay que propiciarlos también y, sobre todo, hay que implicarse en ellos.
Uno está tentado -como le gusta decir a Zizek- de sumar a Hegel en esta coyuntura: pues se trataría entonces de negar la negación en vez de quedarse obstinadamente en la negación simple o el rechazo propio del "alma bella". El asunto es que hoy cualquier operación de pase o escritura que corte e invierta la estructura no puede sostenerse bajo ningún fantasma de totalidad -de sentido-; por eso el nudo borromeo nos da una idea aproximada del modo de articulación que suspende el deslizamiento significante y a la par no significa nada en sí mismo, sin dejarnos por ello en la dispersión (ni particularismo ni totalitarismo, articulación en la contingencia). Se sostiene en la alternancia de sus términos o no.
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