sábado, 27 de febrero de 2010

Trascendental

Es cierto, no hay condiciones trascendentales para el pensamiento cual-se-quiera (quodlibet), es lo que se dice en la afirmación: “Dios ha muerto”. O también: no hay trascendencia sino en el acto mismo de sustraerse a la lógica particular-universal y devenir cualesquiera (singular-universal). Pero Dios siempre está presto a volver, por ejemplo, tal como sucede -porque es necesario- en el dispositivo analítico, bajo la figura del Sujeto Supuesto al Saber (SSS): el analista en cuestión en cada caso. Aunque dicha figura sea conducida a su reverso, si opera allí un analista, a lo que es en realidad (des-être), lo que sostiene la idealización, a saber: el objeto a, el resto; eso de lo cual nada se quiere saber. Lamentablemente en otros discursos se sostiene la impostura hasta la desgracia o la desilusión paulatina, pasiva, agresiva.

Entonces ¿desde dónde decir, aquí en el desamparo, en el afuera del afuera? Se suele criticar, generalmente entre intelectuales, la indeterminación del lugar de enunciación. Esto porque se supone un plano de inscripción perfectamente determinado donde se podrían localizar clara y distintamente las posiciones discursivas. No es así. Y no hace falta recurrir a Heisenberg para demostrarlo. La brecha de paralaje, lo real, atraviesa los discursos en el momento mismo de su enunciación -luego se olvida sintomáticamente-. Hay de lo irreductiblemente innombrable, que no se dice en lo que se dice pero que así y todo SE dice. Pareciera que siempre hay que alterar un poco la escritura para que se pronuncie esta diferencia -casi- imperceptible. ¿Pero no es esto rehabilitar una cuasi-trascendencia? La respuesta es variante: sí, si se la idealiza (determinados lugares, discursos, sujetos); no, si se opera con ella, con ese resto de nada, pero recordemos: innombrable (hagan como que no me escucharon, sólo lean).

Politicamente, este decir opera al trastocar el orden de lo que puede decirse y lo que no: orden donde lo innombrable está prohibido. Notemos la diferencia: no es lo mismo prohibido que imposible. La prohibición supone (el sujeto) un objeto posible dado, mientras que encontrar la imposibilidad efectiva nos habilita a recrear el objeto que nunca existió. El inexistente del sitio, teoriza Badiou en sus Lógicas. Esto nos traslada del mecanismo político-religioso regulatorio de la culpa y la trasgresión al plano proyectivo de la invención política, donde nadie garantiza resultados, ni siquiera la certeza mediocre que da la culpa.

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