jueves, 8 de octubre de 2009

Literaterra

Estos fragmentos de un texto ya fragmentario dan material para trabajar. Hay que darse cuenta (contarse) que ya nos encontramos en ello (manos a la obra) y que nunca finalizaremos del todo hasta el final definitivo del cual, por otra parte, no cabe hacerse ilusiones.

Recomienzo con Borges.

“El lugar era la Facultad de Filosofía y Letras; la hora, el atardecer. Todo (como suele ocurrir en los sueños) era un poco distinto; una ligera magnificación alteraba las cosas. Elegíamos autoridades; yo hablaba con Pedro Henríquez Hureña2, que en la vigilia ha muerto hace muchos años. Bruscamente nos aturdió un clamor de manifestación o de murga. Alaridos humanos y animales llegaban desde el Bajo3. Una voz gritó: ¡Ahí vienen! Y después ¡Los Dioses! ¡Los Dioses! Cuatro o cinco sujetos salieron de la turba y ocuparon la tarima del Aula Magna. Todos aplaudimos, llorando; eran los dioses que volvían al cabo de un destierro de siglos. Agrandados por la tarima, la cabeza echada hacia atrás y el pecho hacia delante, recibieron con soberbia nuestro homenaje. Uno sostenía una rama, que se conformaba, sin duda, a la sencilla botánica de los sueños; otro, en amplio ademán, extendía una mano que era una garra; una de las caras de Jano miraba con recelo el encorvado pico de Thoth. Tal vez excitado por nuestros aplausos, uno, ya no sé cuál, prorrumpió en un cloqueo victorioso, increíblemente agrio, con algo de gárgara y de silbido. Las cosas, desde aquel momento, cambiaron.
Todo empezó por la sospecha (tal vez exagerada) de que los Dioses no sabían hablar. Siglos de vida fugitiva y feral habían atrofiado en ellos lo humano; la luna del Islam y la cruz de Roma habían sido implacables con esos prófugos. Frentes muy bajas, dentaduras amarillas, bigotes ralos de mulato o de chino y belfos bestiales publicaban la degeneración de la estirpe olímpica. Sus prendas no correspondían a una pobreza decorosa y decente sino al lujo malevo de los garitos y de los lupanares del Bajo. En un ojal sangraba un clavel; en un saco ajustado se adivinaba el bulto de una daga. Bruscamente sentimos que jugaban su última carta, que eran taimados, ignorantes y crueles como viejos animales de presa y que, si nos dejábamos ganar por el miedo o la lástima, acabarían por destruirnos.
Sacamos los pesados revólveres (de pronto hubo revólveres en el sueño) y alegremente dimos muerte a los dioses” (Ragnarök J. L. BORGES, El Hacedor, Alianza, Madrid, 2003.)

De ahí uno piensa, bien, tomar nota: primero nos alegramos de que retornen; luego dejamos que suban al escenario y tomen la palabra, muy bien; por último les disparamos a quemarropa, genial. No hace falta nombrar siquiera quienes son los dioses para cada quien ¿no? ("taimados, ignorantes y crueles como viejos animales de presa") Pero parece que el escenario está dispuesto en la universidad.


Prosigo avec PHILIPPE LACOUE-LABARTHE (pre y postfacio a La Desaparición).

Philippe hace otra lectura. (remarco)

“Tanto en Borges como en D. Hammett, guardando todas las distancias que se quieran, hay una rapidez extraordinaria del estilo que parece la marca de un control absoluto sobre lo que se escribe (y quizás sea esto lo que, en primer lugar y con toda evidencia, tienen ambos en común –antes habría podido inquietarme por eso)” (p.12)

Hay una urgencia -"rapidez extra-ordinaria"- cuando se escribe sobre el borde real del lenguaje, que da cierta idea (de ideación) de control absoluto; pero eso es pura suposición, sostengo, si se lee al pie de la letra -en abismo- es más bien de la índole de una desposesión lo que acontece en el acto de escritura/pensamiento. Algo de eso nos dice Phil luego.

“Me parece que los textos escritos tienen como una absoluta necesidad. Al menos es lo que dan como efecto a quien los lee (mal, quizás). Escribir según ellos (después de ellos), querer continuar lo que ya está acabado, es condenarse a la repetición, o si no, a un trabajo agotador e infinito, como si actuara una necesidad inversa –o el contra-canto de la precedente-, como si nada pudiese escribirse de nuevo a partir de ahora (desde el principio), porque hay algo que ya está escrito, donde todo está dicho. Pero se sabe también que leer es una libertad y que ningún cuento es absoluto. De ahí que, sin embargo, una insoportable gratuidad amenace el acto de escribir: desposee lentamente –o se pierde, se hunde en lo que no habíamos querido.” (p.13)

Si se lee el sueño de Phil se entenderá mejor. Ahí nos relata su horror por la pérdida de configuración de las ciudades y el trabajo incesante por reencontrar algunas coordenadas, por no perderse. ¿Cómo se entrelazan la necesidad más absoluta con la insoportable gratuidad del acto? (lo que hasta aquí parecía "insoportable" encuentra cierta elaboración en el postfacio) Por último, el que muere en el sueño es él y no los dioses (en esa inversión, creo, está la clave de su padecimiento): la repetición del gesto puede ser la continuidad (se padece) o la discontinuidad (el parricidio).

Versión auto-paródica de Phil:

"Algunos textos nos fascinan hasta tal punto que uno casi los olvida, pero que resurgen, a veces, de manera insospechada, con ocasión de un sueño por ejemplo. He podido verificarlo por un cuento de Borges y algunas novelas del americano Dashiell Hammett que, con o sin razón, me sigue siendo oscuro. Soñaba que recorría ciudades que ya había conocido pero que no reconocía, según la lógica propia de los sueños. En San Francisco (el sueño de repente me había transportado allí), asistía a una escena horrible: algunos policías perseguían a un hombre y lo inmovilizaban contra un muro. Se mantenían en semicírculo alrededor del hombre y esta disposición recordaba a la de los protagonistas y el coro en la tragedia antigua. Lo asesinaban a pistoletazos, salvajemente, con una barbarie sin igual. El hombre llevaba una máscara (una careta de ave de rapiña). Pero al arrancársela, aquel hombre tenía mi propio rostro, y no el del dios que se esperaba.
Esta escena quizás no sea la que tuvo lugar en mi sueño, pero el olvido de los sueños es vertiginoso. Por lo menos es lo que, al despertar, guardé en mi memoria, y de lo que me he resignado a proponer el breve relato que acaba de leerse. Toma prestados muchos elementos, por el cuadro –y por la brutalidad- de las novelas de Dashiell Hammett; por las circunstancias, de un cuento de Borges (del que, sin embargo, invierte el sentido) que lleva el misterioso título de Ragnarök y que es, asimismo, el relato de un sueño en el que el autor y algunos profesores de la universidad de Buenos Aires masacran alegremente a los dioses antiguos, que han vuelto de su exilio dos veces milenario, como atontados, crueles y amenazadores. Por poco, habría soñado a Borges. Me pregunto si la literatura… etc."


Pero el post es genial.

El postfacio:

“He muerto, pues, dos veces. En el espacio de apenas algunos meses: 25 de mayo de 2006, 29 de diciembre del mismo año. Cada una de ellas, y usando medios muy potentes, se me devolvió a la conciencia –esta es la expresión consagrada-, es decir a este mundo en su totalidad, que sólo es aquello por lo que aparece, sin la menor excepción. Pero cada una de estas veces tuve la furtiva intuición de que lo que se ofrece como el mundo ya era antes de que existiera (de que fuera o estuviese presente), con una existencia que precedía imperceptiblemente a la plena existencia de todo.
Tal fue el reverso de la desaparición. Una borradura de la condición de existir(la) –esa pura imposibilidad. En suma, furtivamente, lo imposible me fue posible (“… un destello, después la noche”); y en este signo reconozco a menudo la condición de la existencia poética. La cual no es atravesar las apariencias (justamente, no hay apariencias), sino arriesgarse a sostenerse en el lugar [punto] de origen del aparecer, que es todo. Funambulismo metafísico sin red metafísica. O si se prefiere: experiencia metafísica vaciada, pura exposición a la nada [en su absoluto retiramiento mismo].”

¿Hará falta morir dos veces para "arriesgarse a sostenerse en el lugar de origen del aparecer"?

Se encuentra aquí completo: http://www.scribd.com/doc/20597299/Lacou-Labarthe-Philippe-La-desaparicion-2007

No hay comentarios:

Publicar un comentario