sábado, 4 de febrero de 2012



¿Qué le enseñó el nudo borromeo a Italo Calvino?

Por Adriana Bauab Dreizzen



Entre los años 1980 y 1984 Italo Calvino escribió una serie de crónicas y ensayos1 sobre diferentes exposiciones que había visitado, cuya particularidad consistía en que cada una de ellas exhibía objetos que formaban una colección.
Antiguos mapamundis, monstruos de cera, tablillas de arcilla con caracteres cuneiformes, estampas populares y nudos de distintos tipos, eran algunos de los ítems que reunían esas colecciones. La descripción minuciosa de esas muestras parece una suerte de paseo de la mano de Calvino, observador de mirada inteligente y erudita pero por sobretodo teñida por la sorpresa y el placer de quién a cada paso, en cada objeto, descubre un destello nuevo.

Uno de esos ensayos llamado “Dígalo con nudos” se refiere a la exposición sobre “Nudos y ataduras”, que se exhibió en la Fundación de Artes Gráficas y Plásticas de París. El recorrido transita por diferentes recintos que presentan las utilidades que diversos pueblos encontraron empleando nudos. Lenguaje de nudos que llega hasta nuestros días como una forma primordial de escritura, vestigios indelebles de la subjetividad de antiguas civilizaciones.
Comienza describiendo los nudos utilizados por algunas tribus de las islas del Pacífico que encontraban en el anudamiento de cuerdas diversos modos de expresar acuerdos o desacuerdos. Desde las declaraciones de guerra, hasta las propuestas de alianzas militares se pactaban a través de nudos que iban y venían entre los contendientes.

También con la ayuda de cuerditas anudadas, esos aborígenes recitaban extensos poemas épicos y gestas de antepasados, funcionando de ayudamemoria. Esas trenzas anudadas, que se leían a través del tacto manual se denominaban “origen del verbo”, ya que de ellas parecía que nacían las palabras. Guardaban lo que Georgio Agamben remite al origen mítico de la palabra adscribiendo a la tradición oral.
Los quipus de los antiguos incas del Perú también estaban constituidos por un tejido de nudos a través de lo cuales se contabilizaba la economía de sus finanzas, los censos de la población y la producción agrícola.

En la religión budista se le adjudica a la figura del nudo poderes relativos a la unión, a la ligadura entre el cielo y la tierra, el espíritu y la materia, la vida y el cuerpo. En sofisticadas ceremonias religiosas hacer un nudo con los dedos simboliza cerrar el espacio a las influencias nocivas.
Uno de los últimos tramos de esta colección de nudos y afines está dedicado al arte contemporáneo. Varios artistas por medio de ataduras, sogas y ovillos de diversos materiales se inspiran en la fuerza primitiva del nudo tal como lo expresaban esas culturas tribales y los usos prácticos del anudar en la vida cotidiana para hacer obras artísticas de múltiples texturas.
No finaliza el ensayo sin hacer referencia al catálogo de la exposición donde figura un relato de un matemático, Pierre Rosenstiehl. Éste afirma que los nudos, como configuraciones lineales de tres dimensiones, son el objeto de una teoría matemática. Parece ser que uno de los nudos que complejizan la teoría es el nudo borromeo tan difundido por las enseñanzas de Lacan.

Casi terminando el ensayo, Italo Calvino cita al nudo borromeo y según sus propias palabras se atreve a formular la idea geométrico-espacial que de él se ha hecho: El espacio tridimensional –dice– tiene en realidad seis dimensiones porque todo cambia según que una dimensión pase por encima o por debajo de la otra, o a izquierda o a derecha de la otra, como en un nudo.
Fue el 8 de julio de 1953 en la inauguración de la Sociedad Francesa de Psicoanálisis que Lacan habló por primera vez de lo real, lo imaginario y lo simbólico, y recién casi veinte años más tarde los corporizó en el nudo borromeo, que le vino como anillo al dedo para continuar reinventando el legado freudiano, el psicoanálisis.

Dice Lacan al principio del seminario R S I2: Es preciso que lo Real pase por encima (surmonte), si puedo decir, de lo Simbólico, para que el nudo sea realizado. Esto es lo que, por tener cuatro términos, Freud mismo no ha podido hacer. Pero es muy precisamente de eso que se trata en el análisis, es de hacer que lo Real, no la realidad en el sentido freudiano, que lo Real, en dos puntos, pase por encima (surmonte) de lo Simbólico.
¿Pero será posible que lo real pase encima de lo simbólico en dos lugares, cláusula restrictiva del anudamiento borromeo3? A lo largo del seminario RSI Lacan intenta ese pasar encima lo real sobre lo simbólico en dos puntos, para que el nudo sea realizado. Sin embargo hacia el final de RSI debe recurrir inexorablemente al cuarto anillo, que remedia las fallas del anudamiento y evita que cada una de las cuerdas se vaya por su lado. Cuarto que, en la neurosis, proviene del desdoblamiento de lo simbólico en símbolo, que es el universo simbólico del que dispone un sujeto, los nombres de los que se sirve para decir lo real y sinthome, que es la realización de lo simbólico, la obra, producto de saber hacer con el simbólico de que el sujeto dispone, un real. Obra que traduce el saber hacer de su vocación, obra que remite a los particulares enlaces que establece con el prójimo, obra que es el genuino modo que el sujeto tiene de inscribirse en el amor.

El nudo borromeo propone una maleabilidad de la estructura en que la disposición de las cuerdas, proveen nuevas dimensiones. Tal es así que todo el ensayo “Dígalo con nudos” de Calvino se resignifica cuando el nudo borromeo hace su aparición bajo la lectura que de él hace el escritor. Se evidencia entonces que el lenguaje de los nudos puede expresar la máxima diversidad, según las secuencias posibles del tipo –arriba y abajo–: la declaración de la guerra o la alianza para la paz, un balance positivo o uno negativo en una cuantificación, podemos agregar, un goce en exceso o el vacío que causa al sujeto.
El espacio no sólo no es tridimensional sino que según cómo se hace pasar una cuerda puede o no producirse un nudo. Según Calvino, el arte de hacer nudos conjuga la culminación de la abstracción mental y la manualidad al mismo tiempo, y por eso podría considerarse la característica humana por excelencia, tanto o más aún que el lenguaje.

Finaliza el ensayo ilustrando los oficios que se sirven de los nudos para producir su obra. Desde el marinero al cirujano, del remendón al acróbata, del alpinista a la costurera, del pescador al embalador… Nos preguntamos, ¿podríamos incluir al analista en el arte de hacer nudos? Artesanía particular por la cual del enredo en que el sujeto se embrolla los pies, el análisis teje el entramado fantasmático, y de la dimensión del síntoma adviene la del sinthome. Entre suturas y empalmes, desovillar, anudar y cortar son operaciones del análisis.
Volviendo al comienzo, si el nudo borromeo le enseñó a Calvino que las dimensiones varían según una cuerda pase por arriba o por debajo de otra, tal vez ahora estemos en condiciones de preguntarnos qué nos dice el nudo borromeo a los analistas.

En estos tiempos en que la farmacología hace alianza con la nosología y crea un sinfín de nuevos cuadros clínicos (panic attack, trastorno obsesivo compulsivo, trastorno dismórfico) para los padecimientos, desinteresándose de la palabra, el nudo muestra lo esencial de los goces que habitan al sujeto. Los que lo parasitan, los que lo embarazan de inhibición, síntoma y angustia, pero también los que –operación analítica mediante– abren a las dimensiones del sinthome. En un lenguaje donde no hay lugar para las etiquetas, tiende a poner en relación lo real, lo imaginario y lo simbólico, paradigmas del psicoanálisis, de modo que cada cuerda señale el oportuno territorio que delimita, recortando en el encaje de los tres registros un lugar para el goce de la vida.

Tal como el ensayo de Italo Calvino relata, en el arte de anudar cuerdas residen las huellas más genuinas de la subjetividad de diversas civilizaciones. Desde los pueblos primitivos hasta las jóvenes expresiones artísticas de vanguardia plasman con los nudos trazas singulares de subjetividad. Aunque podemos intuir que el manipular cuerdas trae en ocasiones una cuota de resistencia para los analistas, el que el psicoanálisis, disciplina donde reina la palabra, haya sido tocado por el arte de los nudos, apuesta a un hacer, saber hacer con lo real del goce. Más allá de la tradicional interpretación, las intervenciones del analista son también desde la cuerda de lo real y lo imaginario.

¿Qué nos legó Lacan con los redondeles de cuerda? ¿Qué de lo genuino de su práctica analítica nos enseña el operar con el nudo borromeo? ¿Cuáles son los impasses de la clínica que el nudo no alcanza a mostrar?
Preguntas, enigmas, que quedan para que cada analista, se aventure a formular una respuesta… en lo que de oficio tiene el psicoanálisis.


1. Reunidos en el libro Colección de Arena de Italo Calvino,Ed. Siruela, Madrid, 1984. Uno de sus ensayos es “Dígalo con Nudos”, al que nos referimos en la presente nota.
2. Clase del 14 de enero de 1975.
3. El nudo borromeo tiene dos cláusulas, una prescriptiv (cualquiera de los anillos que se corte los otros dos se separan y otra restrictiva (la tercera cuerda pasa por abajo de la que está abajo y por arriba de la que está arriba).

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