domingo, 5 de febrero de 2012

Heidegger, Deleuze, nosotros...

Cuando Heidegger intenta justificar su investigación ontológica, ante las posibles objeciones lógicas del circulus in probando, remite a un extraño fondo: "En el hacer la pregunta que interroga por el sentido del ser no puede haber ningún circulus in probando, porque en el responderla no se trata de una fundamentación, sino de un poner en libertad un fondo que muestra este fondo." (Ser y Tiempo, 17).

Para Deleuze en cambio ya no se trata de ningún fondo, ni siquiera de la seriedad que implica su liberación, sino de un juego en superficie donde se producen una serie de acontecimientos. La seriedad ya no responde a lo grave, o a lo profundo, sino a las series paradójicas y divergentes que constituyen el pliegue del sentido: "Se diría que la antigua profundidad se ha desplegado, se ha convertido en anchura. El devenir ilimitado se sostiene enteramente ahora de esta anchura recobrada [...] Los acontecimientos son como los cristales, no ocurren ni crecen sino por los bordes, sobre los bordes [...] los acontecimientos, en su diferencia radical con las cosas, ya no son buscados en profundidad, sino en la superficie, en este tenue vapor incorporal que se escapa de los cuerpos, película sin volumen que los rodea, espejo que los refleja, tablero que los planifica." (Lógica del sentido, 32-33).

Así pasamos, con Heidegger, de la aséptica justificación lógica a la profunda indagación ontológica, y de ésta, con Deleuze, al impasible examen de los acontecimientos. Pero incluso ahora nos encontramos ya en otra parte, tramando otras dimensiones lógicas, ontológicas y acontecimentales. Parte de eso se escribe, cada tanto, en multiplicidad de sitios y registros discursivos. No hay obra. El autor es contingente.

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