martes, 29 de mayo de 2012

Varia

Ya que, según la concepción del tiempo mesiánico benjaminiano, cada segundo es la puerta estrecha por donde puede entrar el mesías, espacialmente hablando, escojo hacer entradas lo suficientemente estrechas como para que entren sólo oportunos mesías; quienes, por el contrario, adoren las amplias avenidas del sentido común, abstenerse.

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¿Cómo explicarles que el problema está en el medio, en el lenguaje, si ellos mismos nos aseguran, de buena fe, que quieren comprender pero se rehúsan a ponerlo en cuestión? Creen que entender no implica, por un tiempo lógico, perder el sentido. Es lógico, por otra parte, que se tema que en ese instante de pérdida se introduzca algo indebido, pero ese temor-deseo sólo se sostiene de imaginar que hay un lugar por donde hacerlo, mientras que el único lugar en cuestión es uno mismo; lo que demanda, más acá de cualquier fantasía sexual, la destitución subjetiva: que haya algo más en el lugar que el lugar mismo.

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Clausewitz decía que la guerra era la continuación de la política por otros medios y Foucault invertía la frase: la política era más bien la continuación de la guerra por otros medios; luego Mc Luhan decía que el medio era el mensaje. En definitiva, hoy, está claro que la ideología es la continuación de la guerra y la política fundamentalmente en los medios, ¡estamos metidos en una profunda guerra político ideológica, y ya se ven las víctimas por doquier! Pero esta guerra se da en la superficie (ya se sabe: la piel es lo más profundo).

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Estamos acostumbrados, por tradición, a que los agujeros sirvan sólo para introducirse, e incluso para ir cada vez más profundo en busca de la quintaescencia o la última partícula elemental, desechando lo que se encuentra en el medio. Pero también hay un modo de ser por el cual los agujeros no se atraviesan, sino que se enganchan mutuamente entre sí a partir de tres, y de ahí en más en número infinito; es la modalidad del anudamiento borromeo, que nos da una idea de cómo la cosa se trama en el medio, en el 'entre', pura medialidad condicionada por múltiples agujeros, y no en las profundidades cada vez más ignorantes y destructivas.

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Mejor ser un poco duro para descentrarse, al principio, para descolocarse; mejor ofrecer un poco de resistencia, no ser tan dúctil, tan maleable; así luego, la elaboración de eso que se dice acontecimiento lleva, de ser posible, toda una vida y se enriquece de múltiples aportes; en lugar de dispersarse en la locura de los años locos de juventud, en la multiplicidad de sentidos que parecen condensarse en una palabra clave.

domingo, 27 de mayo de 2012

Badiou para los pobres

Un error que aún se sostiene, y a veces se hace notable, es el de creer que existe una totalidad de sentido, una lengua absoluta que hablaría de todo y comprendería a todos. Se fantasea que esta lengua, sea de naturaleza religiosa, estética, política o científica, nos conduciría hacia la comprensión final definitiva de nuestra precaria existencia humana, incluso hacia la emancipación. No es así.

Ya a principios del siglo pasado una de esas pretensiones, encaminada por el lado de la ciencia, fue refutada por insostenible. No se puede desprender de cualquier fórmula, sentencia o condición, una extensión efectiva que la cumpla efectivamente. Hay ciertas restricciones lógicas. Por ejemplo, no existe el 'conjunto de todos los conjuntos que no se contienen a sí mismos', porque si éste no se contiene cumple con la condición ('no contenerse a sí mismo'), ergo debe contenerse; pero si se contiene no cumple con la condición, ergo debe excluirse. Es la célebre paradoja de los conjuntos, planteada por Russell a Frege, que desbarató la intención de este último de fundar la aritmética sobre la naciente teoría intuitiva de conjuntos (luego vinieron otras axiomáticas a escindir este problema mediante restricciones específicas, pero esa es otra historia).

Más acá del duelo 'post' por la totalidad perdida, que en verdad nunca se poseyó, el asunto, hoy, continúa siendo cómo afectar el conjunto articulado -que somos- desde puntos locales, singulares, irreductibles, sin creer en ninguna lengua absoluta que vendría a partir en dos la historia de la humanidad (cuya esencia misma es la partición y el inacabamiento específico). Digamos que somos como esos conjuntos que no se pertenecen a sí mismos, y por lo tanto tampoco existe el conjunto -ni la fórmula- que nos totalizaría, pues entraría en contradicción con su condición. Así es que sólo de manera azarosa, acontecimental, bajo múltiples condiciones no especificables, encontramos nuestra autopertenencia y afirmación del ser-en-común; y luego se tratará de seguir las consecuencias que se desprenden de ello, sin garantías de ninguna lengua o saber absolutos. Lo cual nos da la fuerza necesaria para continuar y, a la vez, la humildad requerida para no romperle las bolas a los demás con ninguna verdad revelada acerca de "lo que hay que hacer".

viernes, 25 de mayo de 2012

Relato sobre el poder

Este artículo me hizo recordar algo que ronda -o me hace rondar- en torno a la pregunta por el poder y la violencia.

Cuando iba al colegio secundario, en Alvear, había una costumbre pueril que consistía en que los mayores golpearan con coscachos en la cabeza a los del primer año, en cuanto éstos se distraían; normalmente esto sucedía, sobre todo, en el colectivo que conducía de la Escuela al centro, y viceversa. Luego, a medida que los más chicos crecían, hacían exactamente lo mismo con los nuevos ingresantes; así se perpetuaba el ciclo de violencia instituida (no sólo era el golpe sino todo el ritual de las risas, la complicidad, el temor anticipado, etc.). Lo más extraño para mí, en aquél momento, era por qué no se cortaba con eso de una buena vez, al llegar a la instancia de poder, si tanto sufrimiento había generado cuando se estaba en la posición de víctima. Pues resultaba que aquellos amigos míos que más lo habían padecido antes eran los que ahora se tornaban más crueles.

En mi caso, como practicaba karate y de vez en cuando lo aplicaba -aunque, vaya a saber por qué precaución, casi nunca hacía falta-, no solía ser de los más golpeados; pero eso sí, no podía dejar de sentir la profunda injusticia que se cometía, no tanto por los actos concretos sobre los que a veces intervenía en defensa -y a veces me abstenía-, sino por la estupidez estructural repetitiva a la que todos aportaban con ahínco: esa alternancia evolutiva en la posición de poder y sumisión respecto de los otros (golpeados futuros golpeadores). Hacer y dejar hacer.

En la actualidad, sigo pensando en la alternancia del poder, pero no de esa manera evolutiva y fatídica, sino en la simultaneidad de posiciones de un campo complejo, atravesado de tensiones, fuerzas, superposiciones y anudamientos; pues sólo pensar y actuar en y desde esa materialidad concreta -y no desde posturas pacifistas o huidizas- permite abrir algo así como la llamada justicia -o algo que se aproxime a la reparación de aquélla injusticia.

Habitar ese campo complejo de tensiones, sin caer en posiciones simétricas y complementarias, no requiere sólo de competencias y saberes particulares (i.e. karate) sino, esencialmente, de captar su radical heterogeneidad de planos entreverados, nunca reductibles a los que padecen de un modo u otro determinado.

miércoles, 16 de mayo de 2012

Poder, filosofía, vida

Es un tiempo, éste, muy interesante para vivir: ¡nunca antes las relaciones de poder habían estado así expuestas, a flor de piel! Y lo más profundo es la piel, como todos sabemos. Lo que por ahí no se sabe tanto es que las relaciones de poder se traman en común y nos constituyen: todos somos responsables, en alguna medida, de afectar y ser afectados por ellas. Todo gesto de rechazo, de supra o subvaloración, toda renuncia al pensamiento, tienen su precio, y lo pagamos cotidianamente. Por eso pienso que tenemos que tratar nuestras pasiones: rencor, tristeza, envidia, todo lo que reduzca la potencia del pensar-actuar debería ser tomado con pinzas y cortado delicadamente. Y todo lo que potencie, abra, posibilite debería ser escuchado, alentado, incorporado. ¡Es que las verdades, por genéricas, son muy simples, el asunto está en tejerlas entre todos, desde donde cada quien pueda aportar un gesto o un movimiento inédito y singular!

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Todos sabemos algo: cantar, pintar, dirigir, producir, decir, investigar, curar, escribir, defender, etc.; pero el asunto del poder, de la potencia en común, reside en exceder ese saber transmitido, heredado, aprendido; reside en encontrar sus fallas, sus pliegues y quiebres, jugar sobre ellas y ellos, lejos de cualquier control o rigidez, lejos de cualquier pretensión. El verdadero poder es un 'poder de no', es decir, de no ampararse en lo que se sabe; posibilidad de dar un paso imprevisto, aunque los que creen saber ni lo noten -sobre todo ellos- y pidan títulos, garantías, que nunca serán suficientes.

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Para mí existe, también, un acontecimiento subjetivo que es filosófico: consiste en captar, en un sólo gesto, al menos una condición política, una artística, una científica y una amorosa. Dejarse afectar por dicha captación simultánea, sin que ninguna de ellas determine el valor de las otras, constituye un trenzado solidario que es sumamente riguroso en su ordenamiento. Apuesto a una forma de vida filosófica que no se limite al atardecer, que atraviese cualquier tiempo y lugar, siempre y cuando no pierda de vista la transvaloración de sus cuatro condiciones, donde éstas acaezcan y desplieguen sus procedimientos. Ello define, para mí, la potencia del pensamiento filosófico como un 'poder no' reducirse a ningún saber específico, al quedar sujeto a las verdades abiertas que lo atraviesan. La filosofía como espacio de composición virtual debe componer con los recursos dispares que le brindan el poema, el matema, el amor y la política, melodías conceptuales que enlacen razón y afecto. Por eso mismo la rigurosidad no excluye necesariamente el placer, ni mucho menos el 'más allá del principio del placer', donde se tocan inexorablemente.

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Ni solamente bella ni plebeya, rigurosa o amorosa, la filosofía busca cada vez, sin renunciar a ninguna, el modo de subvertir cada una de esas cualidades en función de la otras: inventar en el medio -medialidad pura- otra rigurosidad, otra belleza, otra política, otro amor; inventar, ahora, no ex nihilo sino a partir de lo que hay, de lo que se produce genéricamente horadando los saberes establecidos. Ellas, las verdades, ya son indiscernibles, que es la forma negativa de su genericidad, y tan clásicas y eternas como actuales e históricas; pero, además, reduplicar su indiscernibilidad/genericidad en un gesto de cruces alternados, entre ellas, sin dudas señala un despertar hacia la dimensión im-propia del pensamiento. Hay filósofos que le han puesto nombre a eso (Idea, Saber Absoluto, Iluminación Profana); prefiero no hacerlo -como Bartleby, digamos-. Quizás allí resida la esencia del deseo filosófico, su inoperosidad.

domingo, 6 de mayo de 2012

Fetichismo ele-mental

"La mente es como un paracaídas, sino se abre no sirve", dice por ahí un grafitti. Y la mente es también como ese hombre que se cae de un edificio y ante cada piso que ve pasar, se repite para tranquilizarse: hasta aquí va todo bien, hasta aquí va todo bien; lo importante no es la caída sino el aterrizaje.

En aquélla ingeniosa frase no sólo se encuentra funcionando el doble sentido de la apertura, en dos circunstancias heterogéneas que parecen no tener nada en común, porque bien podría decirse lo mismo de un paraguas, por ejemplo; el asunto es que hay una conexión más sutil entre ambas situaciones: la mente, al igual que el paracaídas, no sólo requiere abrirse para funcionar como tal, sino que el pensar en el que ella se ejercita resulta sólo de arrojarse al vacío.

En la actualidad las mentes no paran, y para tranquilizarse encima se medican, cuando no con sustancias específicas lo hacen con placebos u otro tipo de objetos de consumo ¿Cuándo se abrirán? ¿cuándo aterrizarán? ¿cuándo soportarán el vacío que las constituye?

Lo que no falta en esta caótica realidad, en cambio, son formas de disfrutar, modos de goce, incluso todo apunta a que no paremos de hacerlo, ¡ni siquiera cuando nos tomamos un descanso! Por eso, pienso, hay que invertir las proposiciones -incluso sobre qué es realidad y qué metáfora- en juegos inútiles, al menos para la lógica del valor y el consumo. Hay que romper con el fetichismo y sus nuevas figuras.

El fetichismo funciona más o menos así: todos sabemos muy bien que tales objetos, que tales actos, que tales personas no valen lo que dicen, pero sospechamos que otros no tan despiertos como nosotros van a caer en la trampa de esa espuria y ridícula -a todas luces- supravaloración; por eso hacemos como si nosotros también valoráramos lo que los otros, hipotéticos engañados, valoran. Así se sostiene la estupidez de los privilegios y las competencias, la reproducción de los círculos, hasta el hartazgo. Así las mentes caen y caen, como los planetas hacia sus focos, sin abrirse jamás, sin apartarse de sus soles.

miércoles, 2 de mayo de 2012

2º Tesis sobre el poder

El pensar se expone, en sus modos constructivos, genéricos, parciales; allí reside su poder (de nada). El pensar se asume en primera persona (singular o plural) para que se sepa a quién atribuir el equívoco universal.

Primero asumí la radical contingencia y disparidad del pensamiento: 'cada quien piensa con lo que tiene'. Aunque luego busqué rectificarme: 'cada quien golpea con lo que puede', pues imaginé que ahí estaba la clave del poder. Acto seguido pensé, no, en realidad debe ser: 'con lo que no puede', pues la debilidad asumida es en verdad su fortaleza. Por último quedó: 'hay que poder no golpear -o no pensar-', llegado el caso, no a priori; ahí está el poder en su máxima potencia.

El primer movimiento del poder es relativista, pues lo concede demasiado fácilmente a diestra y siniestra; el segundo es voluntarista, pues confía en la espontaneidad de la primera intención pero se agota cuando llega al límite (no todo se puede); el tercero es psicoanalista, en tanto transforma la impotencia en imposibilidad y desde allí se hace causa de otros pensares; el cuarto, en cambio, es transpolítico, pues desplaza el 'no' (la imposibilidad) después del poder y deviene pura potencia de un pensar impropio.