Tres momentos que hacen al proceso de una cura: pensamientos, inteligibilidad, soledad (en) común.
Pensamientos. Al principio no quería pensar más, los pensamientos me hastiaban, eran bastante repetitivos y negativos; así que busqué orientación por el lado oriental, para aprender a dejarlos pasar -tal como mandan las buenas prácticas meditativas- cual si se trataran de vagones de tren que uno decide no tomar y sólo ve alejarse cada vez más rápido, hasta que se vuelven un continuum indiscernible. Funcionó un tiempo. El problema es que las formas de vida oriental, transplantadas a occidente al menos, son en general bastante aburridas. Y además, las prácticas aisladas se degradan de a poco. Así que volví al ruedo, el de las tensiones occipitales que nos caracterizan: ya no se trataba de pensar en contenidos negativos, o prescindir directamente de pensamientos, sino de asumir hasta el hueso la radical negatividad que los y nos constituye, atravesando las sucesivas capas de sentido hasta la insensatez misma, y su reverso. Empezaron a aparecer pliegues, nudos, quiasmos y toda una serie de infraestructuras tan extrañas como impuras. Ahora, he tomado el tren en marcha -como quería el viejo Althusser- y cada tanto salto de uno a otro, entre andenes.
Inteligibilidad. ¿Por qué a veces conocer la causa del síntoma, del padecimiento, no alcanza para curarse? Este problema ya era patente en Freud, quien por eso formuló la idea de un 'más allá del principio del placer' -al que Lacan traducirá luego por 'goce'-. Sin embargo, pienso que la respuesta se encuentra en otro lado. La verdadera inteligibilidad -la que conmociona, afecta y transforma- no depende de haber establecido la cadena causal, o sus múltiples concatenaciones, ni siquiera de remontarse hacia el prejuicio original, el principio trascendente o el trauma descen(ca)den(an)te; la verdadera inteligibilidad emerge en el medio mismo y se expone, en una simultaneidad que hace nudo, con interrupciones y enlaces parciales; tan rigurosos éstos como solidarios en sus modos de cruce alternados (es la ambigüedad del término 'sobredeterminación' la que está en juego). Por eso afecta, no hay más escape o deslizamiento; hay arrinconamiento y desenlace.
Soledad (en) común. Creo que en parte todos nos sentimos un poco solos en algún momento, y por ende buscamos el lugar, el grupo y la circunstancia donde por fin aboliríamos definitivamente una soledad que es constitutiva (incurable). A veces la búsqueda se intensifica, cuando el lugar nos empieza a quedar chico y el deseo de salir, las ganas de explorar y de crecer, aunque de un modo indefinido y difícilmente especificable, pujan. Lo que se intensifica es cierta angustia, cierta incomprensión, cierta sensación de ser 'sapo de otro pozo'. Hay tantos amigos y amigas que quisiera sepan pueden contar conmigo en esos momentos, y a quienes quisiera decirles que no existe EL lugar, EL grupo o LA circunstancia, sólo las ganas de encontrarse, quizás, de cruzarse un momento y luego seguir hacia donde dicte el deseo. Hay que animarse. ¡Y no escuchen a resentidos y oportunistas! [Hablo de soledad (en) común porque pienso que para entrar en cualquier colectivo humano cada quien debería, primero, curarse de esa idea sintomática relativa a que su pertenencia, y por ende la de todos, se debe a un rasgo o predicado característico que precisamente totaliza y hace al conjunto en su multiplicidad; entonces, así, de acuerdo al grado de locura de cada quien se tratará de purificar, unificar, homogeneizar en función de ese rasgo. Asumir en cambio la soledad de una singularidad irreductible (sin rasgo: a-especular) para, ipso facto, entrar al común, exige aceptar que no hay tal totalidad -o que las mismas son ficticias- y que, no obstante, esa tendencia unificante es un sinthoma -nudo- que puede devenir un saber-hacer con lo real de la pura dispersión, antes de precipitarse en ella, sin creérselo en absoluto; es decir, sin permanecer en un imaginario que totalice, según la lógica del para-todo, dicho saber; lo cual exige, por otra parte, que cada quien encuentre el modo de forzar su pertenencia al común en un gesto singular e intempestivo].
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