martes, 12 de junio de 2012

Del mundo, grande y pequeño

Una profunda insatisfacción recorre el mundo. Es como si el cuerpo político se encontrara en avanzada descomposición y apenas, cada tanto, hubiera algunos chispazos momentáneos de entusiasmo ante cada consumación anticipada del mismo. No hay continuidad, ni fidelidad, ni trabajo efectivo en las conexiones efímeras. Aún. Por otra parte, veo como un síntoma de su disolución definitiva el resurgimiento de sistemas y otros anacronismos. No es mera negatividad lo que postulo; me interesa interrogar otra forma de pensar y de afectar que no responda a lo viejo y sus valoraciones, a lo sintomático, porque es evidente que eso nos está matando, y no alcanza con meras reacomodaciones. Es necesario un saber-hacer-allí de otro modo.

‎"Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo", dice Galeano. El asunto está en que esas pequeñeces se reconozcan a la distancia, se hagan señas y se junten, y, sobre todo, hagan caso omiso del sistema de valoraciones que las quiere pequeñas y distantes; en fin, que transvaloren los valores de la grandeza y la pequeñez. El problema está en que puede suceder que, en un momento dado, los pequeños duden de su pequeñez pero, aun así, sigan creyendo en la de los otros, obstinados como están en su superación personal; con lo cual siguen sosteniendo el sistema de valoraciones que los deja ser chiquititos aspirando a la grandeza (en su competencia con otros).

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