viernes, 1 de junio de 2012

Breves líneas biográficas

Al principio yo pensaba, luego de tanto fantasma, que estaba deviniendo materialista, ahora me doy cuenta que en realidad me estoy materializando; de a poco voy cobrando cuerpo. Siento una fuerza singular que deseo compartir.

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Breve biografía. Nací en plena dictadura. Participé, antes de acceder a la conciencia -pero creo que eso la ayudó a despertar un poco-, de infinitas discusiones políticas sobre las más increíbles y acuciantes paradojas que afectaban a todo el espectro militante juvenil de izquierda -creo que eso me ayudó, en parte, a desistir de seguir haciéndolo luego que mi conciencia hubiera despertado-. Leí elaborados discursos políticos a temprana edad. Me preocupé por el terror político, y los desastres ecológicos, y las mentiras de la prensa a una edad demasiado temprana. Compartí mucho antes de tener. Fui punk mucho antes de vestirme de negro y hacerme la cresta. Aprendí a nadar con mis abuelos en la pileta Arco Iris de Río Ceballos. Me enamoré del olor a tierra húmeda de las sierras cordobesas (además siempre me enamoré, en piletas o sierras o bosques o mares). Aprendí karate para defenderme de los matones en la escuela; lo practiqué todos los días, varias horas al día, durante muchos años, hasta alcanzar una técnica que resultara admirable para los adultos. Luego abandoné, desistí, me olvide de todo. En ese largo proceso de elaborar las pérdidas, que algunos llaman -y fechan- duelo, recomencé. Hace poco retomé las principales líneas de fuerza que me constituyeron históricamente; pues no creo que haya algo así como un destino, ni tampoco que uno se haga a pura voluntad, pero hay cosas que te marcan a fuego y después sólo se trata de aprender a hacer con esas marcas. Nada más.

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Qué loco, reducido a mi soledad inextricable, muchas veces pienso en la nada que soy, existencialmente, y cierto malestar me invade; pero, al entrar en relación con otros y otras me doy cuenta que lo soy esencialmente, y eso me reconforta. Sé que para muchos el problema de la esencia y la existencia se dirime en ver o fijar o determinar cuál está antes o después, cuál arriba o abajo, cuál vale más o menos, etc. Para mí, en cambio, el problema se juega siempre en el medio, entre ellas, porque se dan juntas, entrelazadas; y entonces se trata de pasar, de hacerlas pasar, de subvertirlas, una y otra vez; de quebrar las referencias, los valores, los juicios; ni la nada (se) salva en la lógica de la subversión, de la transvaloración.

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Uno advierte, quizás porque se va volviendo viejo o porque fue un precursor de lo que advierte, que lo jóvenes de hoy vienen cada vez más despiertos: dominan cada vez más rápido y temprano los lenguajes de los adultos (filosóficos, musicales, estéticos, corporales, técnicos); quizás sea parte de nuestra cultura mediática de múltiples estímulos y desestructuración continua de las jerarquías y los fines, no lo sé. El asunto es que, a su vez, esta situación a primera vista tan propicia para la creación, produce algo impensado: una subordinación inmediata a esos mismos lenguajes y esquemas de valoración, que impide cualquier invención verdadera, cualquier ruptura y producción de lo singular. Paradójicamente, hoy más que nunca nos regulamos mutuamente -el sueño- para no excedernos de los parámetros de lo que es considerado bueno, bello y verdadero. Para no despertar. Claro, sabemos demasiado de la historicidad de esos parámetros, pues hemos leído todo lo necesario al respecto, pero eso no impide que actúen como si fueran eternos e incuestionables. O peor, repetimos como loros: 'son históricos y socialmente construidos', 'son históricos y socialmente construidos'. En fin, quizás no esté tan mal echarse a dormir una eternidad, después de haberse levantado tan temprano, ¡pero entonces no me jodan!

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