sábado, 4 de septiembre de 2010
Sujeto político, sujeto mentiroso
Parece que el problema principal en la política actual es la desconfianza y la suposición certera de que el otro miente. Nada más común en el ámbito de la intersubjetividad, al menos, tal como la planteó Lacan en un primer momento de su enseñanza. En las relaciones especulares entre un yo y un otro no hay más que inversiones intencionales, se le supone al otro todo lo que uno no está dispuesto a reconocer (¡y es su propio reflejo!). Pero la definición del sujeto ligada al significante en su simple diferencia (o diferancia), "un significante es lo que representa al sujeto para otro significante", nos da una idea clara y distinta para leer las medidas de gobierno no ya según la famosa ratio de un supuesto programa ausente sino en virtud de su misma performatividad, que encuentra conexiones imprevistas con valores políticos de otros tiempos y lugares (transmundanos): la 'asignación universal por hijo' o la 'democratización de la ley de medios' no deberían ser evaluadas, desde esta perspectiva, en función de un sujeto intencional consciente que programó -o debería haber programado- anticipadamente todo lo que iba a realizar, sino en función de marcas significantes que representan un sujeto político en constitución, es decir, abierto a otras marcas por venir pero firme en sus intervenciones. Este es el sujeto que importa pensar y no el mentiroso (que sabemos es irreductible de todos modos).
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