martes, 1 de diciembre de 2009

Ser-dicho-so

Hace rato que vengo planeando una fuga. ¿Es extraño, no? "Vengo planeando" ya me detuvo y caí por tierra -que es otra forma de decir: aterrada-. Pero no vengo planeando de "planes" sino de "planos": planos de inmanencia y de inminencia. Vengo trazando puntos de fuga; los escribo así medio a las apuradas, al vuelo, como pasando, tan al ras que a veces ni se notan (¿ustedes lo notan? [entre paréntesis suelo inscribir la variable lectora y entre corchetes ésto]). Por las dudas anoto, para existir. Así es, las dudas no son sólo parte del descarte (del Descartes del comienzo, ¿recuerdan?), también permiten el despegue en algún punto impreciso que insiste en escribirse. Y ahí voy.
Hace rato que vengo insistiendo sobre ese punto impreciso, que se interrumpe y retoma (¿se dan cuenta?, ¿se cuentan allí?). De noche, a oscuras, en la más absoluta absurdidad de decir y de resonar en ello: el dicho. Ser-dicho. Hacerse oír. Escuchar. Hay verbos, palabras, constelaciones. Perdonen mi imprudencia, soy incauto de lo real: que es un grito, como en Munch, un cuadro - dentro de otro cuadro que, además, me devuelve la mirada, esquiva-.
Las palabras no son caprichosas, ni se las lleva el viento; tan rigurosas son ellas en su plena libertad de decir, que les importan tres carajos las convenciones, sobre ellas más -que- bien se deslizan (no voy a hablar de la materialidad que les sirve para eso). Ahi voy. Vengo trazando planos que se curvan de vez envés (del tiempo al espacio). Hay muchas alegrías que se condensan en este decir escrito, ¿hará falta un dicho más adecuado -al uso- a la imaginería común? No lo creo: la creo, más bien.

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