(Breve fragmento de un trabajo a aparecer en cualquier momento)
Hay una dificultad central en el planteo badiouano del acontecimiento. Es conocida pues la menciona el mismo Badiou en el prólogo a la edición en español de El ser y el acontecimiento:
"La doctrina del acontecimiento está marcada por una dificultad interna, enunciada de manera práctica en su misma exposición: si el acontecimiento subsiste sólo porque ha sido objeto de una nominación ¿no hay en realidad dos acontecimientos (el múltiple supernumerario, por un lado, y su nominación, por otro)?[…]Para superar esta dificultad, es necesario complicar un poco el concepto de acontecimiento, dotándolo de una lógica (el acontecimiento es desprendimiento inmediato de una primera consecuencia, tiene una estructura implicativa) y no sólo de una ontológica (el acontecimiento es un múltiple infundado). A su vez esa lógica esclarecerá la potencia propiamente temporal del acontecimiento, la capacidad de engendrar un tiempo propio…" (Badiou, 1999)
Para intentar resolver esta circularidad entre el acontecimiento y la operación de nominación/intervención Badiou recurre a un grafo, en Condiciones, donde distingue cuatro operaciones sustractivas: a) lo indecidible, b) lo indiscernible, c) lo genérico y d) lo innombrable. Es decir vuelve al trazado diagramático por donde comenzó Lacan para dar cuenta de la temporalidad lógica retroactiva en que se constituye el sujeto del Inconsciente. No está nada mal. Pero quizás no sea inoportuno prolongar el esbozo del trazado conceptual lacaniano hasta sus últimas consecuencias. Es lo que intentamos hacer con el nudo borromeo, a fin de modular otras articulaciones posibles en torno al problema de la circularidad conceptual. Como diría Heidegger, ‘el problema no es salir del círculo sino entrar en él del modo justo’. Desde mi punto de vista, el nudo borromeo nos permite esa aproximación justa.
Un problema recurrente en filosofía es que la naturaleza del concepto ―tal como habitualmente se lo piensa― o bien excluye la temporalidad, pues requiere fijar los términos y definirlos según una secuencia lógica necesaria, tal como ocurre en el ámbito de la filosofía analítica, o bien se subordina su producción -la del concepto- a una historización homogeneizante, sea abierta a múltiples círculos de sentido como en el caso de la filosofía hermenéutica o cerrada bajo un sentido último como en las filosofías de la historia. Así, el concepto de acontecimiento, cuya naturaleza es eminentemente temporal, aunque rompe con la homogeneidad de cualquier lenguaje pareciera agudizar aún más este problema.
Si bien para Badiou se puede teorizar el acontecimiento, de ninguna manera es lícito pretender que el concepto elaborado filosóficamente sea él mismo un acontecimiento (como en el caso de Deleuze o Heidegger); de ahí la dificultad mencionada. Badiou define el acontecimiento de una manera muy simple, recurre para ello al matema: ax {x/x, x E X, ax}. Esta definición es meta-ontológica, es decir, supone la prohibición matemática (ontológica) de la auto-pertenencia postulada en la teoría de conjuntos vía el axioma de fundación. Pese a la complejidad de las formulaciones filosóficas de Alain Badiou, se podría decir que su soporte es en realidad muy precario ya que depende de esa prohibición (la cual como han señalado algunos críticos podría en algún momento no seguir siendo operante en matemáticas; i.e. Aczel demuestra que la negación de este axioma es consistente con ZF).
De allí que Badiou en Lógicas de los mundos se esfuerce por ofrecer una conceptualización lógica (onto-lógica) del acontecimiento y la verdad ―recurriendo a la teoría de categorías― y no sólo matemática (onto-lógica) como lo hacía en El ser y el acontecimiento. Pero antes de pasar a esta nueva conceptualización presentada en Lógicas creo que es necesario ajustar más algunos términos y sus enlaces respectivos.
Si mencioné más arriba que Badiou define explícitamente el acontecimiento como múltiple infundado (la auto-pertenencia) es porque sostengo además que implícitamente lo define de una forma rigurosa y compleja en el entramado filosófico que conforma el nudo conceptual acontecimiento/sujeto/intervención/sitio . Afirmo que es en la mutua interdependencia de estos conceptos y de sus diferentes registros discursivos donde se anuda el tiempo singular ocluido habitualmente de las formulaciones teóricas (las que lo suelen relegar a la empiria o a la modulación lengüajera). Del mismo modo que la filosofía, tal como la piensa Badiou, es el nudo impropio de sus condiciones heteróclitas . Por ello no me parece productivo evaluar la temporalidad compleja de este entramado conceptual recurriendo al parámetro normativo externo de la sucesión lineal cronológica (i.e. ¿qué es primero el acontecimiento o la intervención?).
El complejo conceptual: acontecimiento/intervención/sujeto/verdad, presupone un modo de articulación implicativa por el cual cada término reenvía a los otros para sostenerse mutuamente entre sí; sin jerarquías estructurales fijas como, i.e., las del triángulo hegeliano. El punto a evaluar es si la ‘circularidad’ que se puede observar entre ciertos conceptos (i.e. acontecimiento-intervención) es tautológica y estéril o, por el contrario, se interrumpe y abre al cruzarse con otras circularidades, conformando así una estructura borromea que nos permite circular por ―y articular― infinitos círculos: conceptos y términos.
Estructura implicativa I
El concepto de acontecimiento puede parecer ‘circular’ si se lo remite especularmente al concepto de intervención. Lo que abre y complejiza esta remitencia biunívoca circular, sin eliminarla por supuesto, es la consideración simultánea de los conceptos de estructura (cuenta-por-uno), por un lado, y verdad (multiplicidad genérica), por otro. Así es que el acontecimiento, evanescente e indecidible en la estructura de situación, recibe su estatuto existenciario (para hablar como Heidegger) de una nominación in(ter)ventiva que lo fija, al menos parcialmente, y lo hace circular. Pero esto sólo es posible porque presupone la existencia de una estructura o cuenta-por-uno, es decir, un emplazamiento concreto (sitio de acontecimiento) en el que se muestra la falla de manera recurrente y se cuenta dos veces lo mismo (como un dejà vu): el sitio y el nombre. A su vez esta falla es ignorada desde el punto de vista del estado de la situación (meta-estructura), y sólo es puesta en evidencia por la nominación del acontecimiento, por su insistencia suplementaria sobre la estructura.
Estructura implicativa II
La estructura en su borde, que es el «sitio del acontecimiento», no cuenta una multiplicidad genérica (verdad), pero la intervención ―autorizada por la ocurrencia del acontecimiento― fuerza a la cuenta-por-uno a hacerlo. Aquí seguimos, entonces, un encadenamiento que no se deduce necesariamente según la lógica simple: antecedente-consecuente, sino que depende de la contingencia de los enganches, donde cada una de las instancias se interrumpe y remite a otra, la cual a su vez remite a una tercera, una cuarta (y ésta a la primera); es decir que sólo son necesarios si se desea sostener la consistencia del conjunto, pero no a priori. No hay un orden jerárquico, no es primero el acontecimiento (con todo lo que suscita el motivo de la espera), ni primera la intervención (con todo lo que suscita el motivo de la voluntad o la capacidad), ni la estructura (con todo lo suscitado por el motivo de la sumisión), ni la verdad (con todo el motivo de la revelación). Se recurre a la secuencialidad sólo para poder describir el proceso, pero estos múltiples conceptos concurren simultáneamente en un tiempo lógico singular. Cada uno de los componentes del complejo conceptual presupone a los otros, no de manera indeterminada como “otros significantes” (la definición opositiva y diferencial estructuralista), tampoco de manera claramente determinada como la negación hegeliana; sino a partir de su propia apertura e interrupción, que permite el enganche con los otros y le brinda consistencia al conjunto: al modo de un nudo borromeo.
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