lunes, 14 de diciembre de 2009

La derecha suicida

Hay una serie de indicios que me llevan a pensar que existe una extensa parte de la sociedad que es profundamente suicida. Por supuesto: se trata de aquellos que individualmente casi nunca llegan al acto propiamente dicho, pero aún así quisieran arrastrar al conjunto en su delirio de muerte.

Me refiero a esa parte privilegiada, desde el punto de vista económico, que se suele desplazar tan fácilmente hacia el polo derecho del espectro ideológico -cuando algo se redistribuye- aún sin estar siempre de manera explícita ahí.

Ya había escrito algo sobre la locura que se reflejaba en ciertos líderes políticos como Biolcati, Macri y otros en la plena identificación a un "nosotros" exclusivo que determinaba claramente su lugar (hacer click en el título para leerlo). Pero ahora -luego de tan tristes elecciones- siguen aflorando toda una serie de declaraciones lamentables que confirman la fuerte dependencia que estos personajes tienen en relación a la imagen distorsionada que les devuelve el espejo con el objeto, por supuesto, de confirmar su identidad (de clase).

Pienso por ejemplo en las declaraciones "yabranezcas" de un ejecutivo de TyC Sports cuando la AFA dio por finalizado el contrato de televisación del fútbol con esta empresa multimediática: el susodicho dijo frente a las camaras algo así como "me han pegado un tiro en la cabeza". ¡Es increíble el grado de desafección! Pareciera que estos tipos viven de ese modo: con una pistola en la cabeza -o un palo donde ya se sabe: donde siempre se sabe y no se soporta bajo ninguna circunstancia la incertidumbre-. Es lo que define al estilo de vida de nuestros modernos ejecutivos, como tan bien describió el autor de uno de esos libros sobre el mundillo de la publicidad que también se hizo película (99 francos, creo).

Luego escucho a un célebre presentador de TV (Bayly) decir que preferiría votar al opositor de Evo Morales, lástima que tal personaje sea un militar homofóbico que afirma sin tapujos que la homosexualidad es una enfermedad, definición que por supuesto nuestro conductor no comparte pues es su misma condición de goce, lástima entonces que su modo de explicárselo -su metalenguaje digamos- comparta tanto código ideológico con el homofóbico aquél que de ser presidente no dudaría en, cuanto menos, internarlo para extirparle el "mal" -biopolíticamente hablando-.

Así es, la derecha ostenta un odio silencioso contra sí misma, odio que atraviesa a la sociedad en su conjunto y que cada vez se generaliza más y más: se hace oír por todas partes en libidos rencores.

Incluso en la cumbre de presidentes reunidos en Copenhague para reducir la contaminación ambiental, los mismos representantes del congreso estadounidense se atrevieron a desautorizar a su presidente en caso que éste se comprometiera con cualquier promesa de reducción en la emisión de gases que "ellos", en nombre del pueblo norteamericano, no estaban dispuestos a apoyar.

Por último, leo aquí, en mi país, que nuestra benemérita unión de industriales, contra la lucidez de su fundador, no cesa de mirarse según las recetas de un primer mundo que se han develado desastrosas (incluso para ellos), todo con tal de no reconocer la especificidad de su condición latinoamericana, atentando así contra sus propios intereses de clase.

Me pregunto ¿qué le pasa a esta parte de la sociedad que insiste y persiste en los viejos modos que nos llevan a la autodestrucción: ideologías de muerte, destrucción del medioambiente, odio a la diferencia, imposibilidad de reconocer la singularidad? ¿Y qué le pasa al resto de la sociedad que no puede desprenderse de semejante tumor que crece y crece cada vez más agresivamente bajo la consigna mortífera del único Amo: el capital?

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