Sí. Y finalmente se fue. Porque se fue tan fugaz como para hendir del hilo de una navaja su sangre tibia de cuerpo desmembrado. Porque se fue tan fugaz como vino, sin lamentos. Así empezó a escribirle al tiempo que resta, de vez en vez, en cuanto por si acaso allí pasara él, el tiempo dicho. Qué cifra impensable trazará el infortunio de sus días previos, qué letra muda leerá el silencio. Que pase.
Qué bellas palabras Roque! Tiempo que (me) pasa, me atrapa, me pierde. Será quizás que los laberintos infinitos en pasadizos y escondites, me engañan una y otra vez, y ese hilo que debí robarle a Ariadna se escapa entre mis dedos y vuelvo a perderme otra vez. Maldito tiempo digo, una, no, mil veces, pero en cuanto lo maldigo, mis palabras se desvanecen en el pasado y él huye, así, imposible, como siempre, de alcanzar.
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