domingo, 2 de septiembre de 2012

Cuestiones subjetivas

Discurso. De repente, el tiempo apremia y todo se arremolina: la institución, el deseo, la historia, los conceptos, las palabras, yo, el tornado, la flor, el jardín primitivo. Sostener un discurso que a su vez se sostenga de otros discursos, es más, que se sostengan todos entre sí, yo mismo, como sujeto del enunciado y de la enunciación, no siempre coincidentes, entre ellos circulando, diagonalizando, descentrando-me y los. Componer un discurso que sea como una melodía de múltiples acordes, incluso algunos disonantes, no todo afinado, sólo por momentos, acentuando una nota por aquí y haciendo sonar varias a la vez por allá, entre medio una pausa, un silencio, y así.

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Historia. Deseo historizar (e histerizar-me). Hay filósofos que piensan desde lo Uno y su infinita modulación proliferante, en tanto efectos de una causalidad ausente que convoca, una y otra vez, la apuesta por el concepto. Hay filósofos que piensan desde lo Múltiple y su infinita composición actual de dispositivos y reglas de producción hallando, una y otra vez, modalidades de imbricación e irreductibilidades entre ellos. Hay filósofos finalmente que, entre lo uno y lo múltiple, encontramos ese lugar anómalo, imposible de habitar, donde se produce incesantemente el nudo impropio de esto, aquéllo y lo otro; ni a priori, ni condición de posibilidad, ni regla, ni sentido último o primero; lugar medial y material de rigurosa articulación, por la alternancia de sus pases y cruces más que por cualquier efecto de exhaustividad, dominio o totalización.



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Neurona. Un neurólogo divisó el procesamiento de la proteína en la neurona que respondía al proceso mismo de observación de tal procesamiento, o sea, ¿a sí misma?. El neurólogo alcanzó un éxtasis místico-científico cuando se diluyó su identidad entre la síntesis protéica, el recorrido neuronal y la minuciosa observación de lo que observaba, o sea ¿que lo observaba? (y como él ya no era él, digamos, no lo paranoizaba). Ahora dicen que está buscando trazar el recorrido neuronal que interviene en la experiencia mística que experimentó antes pues, aparentemente, no sería el mismo -ni tampoco él mismo- ¿o sí?.

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Respuesta. En torno al sujeto, precipitóse este resto a-reflexivo: lo irreductible, lo irredimible, lo incurable o lo inasumible, lo real y su afecto concomitante, eso por lo cual hay que responder a como dé lugar, aunque sea groseramente, pero jamás consentir (ni con el silencio): deconstrucción, psicoanálisis, chiste o lo que sea, cualquier acto que restituya la igualdad y la pura posibilidad de ser (en) común pese a la maldad de las condiciones actuales (la perpetuación de los campos por otros medios).

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Sujeto. El sujeto no está sujetado. Por ende tampoco necesita librarse o ser librado de nada. Sólo tiene que desprenderse de aquellas ilusiones proyectivas, binarias, propias de la necesidad de significación y de los significantes ordenadores, correlativa al saber, que le impide captar la trama solidaria en que se constituye. No ha de liberarse de nada. No ha de subordinarse a nadie, ni tampoco ha de subordinar a nadie. No ha de ascender hacia la iluminación, ni descender hacia los abismos y profundidades. Ya no. El juego se juega aquí y ahora, en el medio mismo. Sólo debe llegar a esa tenue superficie donde su propia textura lo hace y deshace continuamente. La iluminación profana es montaje o tejido sutil que se produce entre múltiples materiales, incluidas las palabras, y no exige más conocimiento que su composición en acto.

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