martes, 1 de febrero de 2011

Afectarse/articular

Aquí prosigo lo de la entrada anterior (Articular).

Prefiero retomar la idea de ‘articulación’ antes que la de ‘desmitologización’ -aunque una no vaya sin la otra- porque pienso que si la primera se esclarece, de alguna forma, la segunda no será necesaria: el mito no lo será.

Sostengo que el mito o la idealización de algo o alguien es un modo más -afectivo que lógico- de convocar la reunión entre lo dispar, lo diverso, pero no es el único ni el mejor. Tampoco creo que lo sea un relato meramente lógico, que prescinde supuestamente del afecto. Esto último suele ser lo que se le critica por ejemplo a Laclau, su logicismo, como en su momento a Hegel; por lo cual el mismo Laclau ha tomado nota e intentado incorporar la dimensión del afecto, importada ahora desde el psicoanálisis, a su pensamiento dominado por cadenas de equivalencia y diferencia. Aquí ensayo, en breve, una versión nodal de la articulación.

¿Por qué la gente se reúne, o articula? Se dirá que hay quienes son más sensibles al relato mítico-afectivo y otros en cambio lo son al argumento lógico-racional, ¿pero, es así realmente? Pienso que las cosas suceden más bien de otra forma –que es lo que intento decir en distintas entradas de este blog-; que lo cognitivo y lo afectivo se entrelazan indistintamente en cada acto de intervención que articula o desarticula.

Por ejemplo, no creo que nadie tenga la clave de nada, ser o no ser (kirchnerista o cualquier otro predicado), y que, por lo tanto, la verdadera evaluación de una conexión-articulación debe suspender, antes que nada, la mismísima identidad, tanto del evaluado como del evaluador, de modo tal que surja o pueda surgir de allí algo nuevo. La conexión está (dis)puesta así en función del ser en tanto multiplicidad irreductible que se despliega imprevisiblemente y no como hipóstasis imaginaria de lo que se supone es o debe ser (en función de algún predicado característico).

Ese proceder, podemos decir ahora retroactivamente, era parte de lo que hacía NK al no determinar de manera rígida y protocolar qué podían esos interlocutores políticos que hacían sin saber ‘que el Estado [podemos ser] somos todos’. Así, este irreductible ontológico, el Estado, es atravesado y dislocado por las conexiones encontradas con los movimientos no alineados en primera instancia (a la supuesta programática estatal-partidaria).

Articular multiplicidades irreductibles entre sí, en la contingencia de actos que arriesguen la propia identidad presupuesta. De eso se trata. Eso es incorporarse a un procedimiento genérico de verdad, en este caso político, donde los rasgos particulares no importan realmente, sino lo que se produce en acto junto a otros.

¿Se puede articular sin cerrar?, ¿sin decir quién está dentro y quién fuera? Sí, siempre que salgamos justamente de la imaginería tramposa que nos brinda la topología de la bolsa, del contenido/continente, de la lógica englobante del uno/todo, por la cual toda forma de reunión sólo es pensable en términos de conjuntos cerrados y por tanto de predicados, figuras e idealizaciones míticas que disponen su constitución.

Si pensamos en cambio en términos de nudos, de anudamientos, todo es externalidad, todo es trenzado, y cada fibra una parte del tejido constituyente que se va haciendo en gestos de cruce alternados, con otros/as; hay apertura y cierre (pulsación); cada nuevo hilo debe poner en juego la consistencia del conjunto al incorporar su irreductible singularidad y, a la vez, soportar en el mismo acto su pérdida de identidad referida al conjunto (bolsa) del que se representaba provenir –por oposición a otros.

El afecto circula así transversalmente, en movimientos diagonales, y encuentra diversos puntos de condensación en el tejido; por ello no es necesario un relato mítico que unifique, fijado a la figura del Uno ausente (padre de la horda primitiva), para condensar el afecto y producir la reunión. El hablar franco, directo, del parresiasta que afecta la verdad, traza diagonales en este complejo y retorcido espacio discursivo (el recorrido más corto entre dos puntos puede estar afectado de muchísimos pliegues). Es necesario producir conexiones locales que remitan a lo genérico, a lo cualquiera en cualquiera; pero para eso cada quién tiene que encontrar su punto de incidencia sobre la trama, y no todo da lo mismo ni se deja subsumir bajo una lógica homogeneizante.

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