Qué pasa cuando escribo que pasa ¿Pasa algo? Nada ¿Dónde? No hay lugar. Hay un borde. Cuando escribo hay un borde y las letras parten de ahí. Se reparten antojadizas, aunque inmediatamente diga no. No parece que así sea, tan fácil. El riesgo del borde, del bordear, sobrepasa la previsión, el cálculo y algo se desliza, estalla, de inmediato. Algo = Nada.
Una cosa simple, alguien me dijo, decí. Pero qué (no) lo sería, ¿saber leer? Escuchar, vibrar, empezar. Recomencemos. No hay ninguna alteridad que me preocupe demasiado cuando, así, me permito el máximo rigor de decir, ahora, hic et nunc. Punto. Punto seguido: me voy y vuelvo, ¿alguien se habrá dado cuenta? ¿Alguna vez alguien se habrá contado algo por lo cual, ipso facto, desaparecía en una suerte de oscilación característica?
No me dirijo a ninguna parte, y sin embargo...¿Pesa? Calibro un poco, me detengo, hay cierto goce, diría, cierta satisfacción se logra en el espaciar de letras, brevemente, al no suponer demasiado ese sujeto lector que un día leyera en serio las series escritas en su orden imprevisible, caótico. Pero, ¿hay orden? -se pregunta.
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