domingo, 25 de marzo de 2012

Acerca de las religiones (siempre) por-venir y la filosofía

¿No será mucho re-ligar si en verdad ya estamos ligados (sonados)? ¿No bastan los nudos que nos constituyen para que encima vengan a querer contarnos que hay que anudar lo anudado, y siempre por medio de una persona especial, una palabra clave, un lugar determinado (que nos salvarán)? Claro, a no ser que la religión se ofrezca como el discurso contrapuesto a esta locura científica que -pulula y- quiere que seamos una especie de cuadrículas taxonómicamente separadas y examinadas por especialistas en la materia. Pero además, si la materia es el nudo que nos constituye, entonces no necesitamos de hermeneutas que nos lo redupliquen en significados trascendentales, ni tampoco de técnicos especialistas en diseccionar la más ínfima partícula hasta su última composición.

Se cree que la distancia crítica u objetiva garantiza cualquier cosa, pues no se sabe que lo real del corte y del anudamiento puede ser asumido inmanente e inminentemente. Lo real no se sabe por dónde pasa; hay que estar atento. A dicha práctica de atención flotante y corte y anudamiento por lugares imprevistos, le llamo filosofía. No es sin consecuencias, en tanto no se vuelve filósofo quien así lo quiere.

Hay un texto de Badiou donde interpreta que para Lacan los filósofos son psicóticos. Démos-lo por cierto. A mi me encanta trabajar con este tipo de psicóticos, aunque sean muy difíciles de tratar (quizás porque en parte también lo soy). Así que bien podría estructurar lo que vengo haciendo desde hace tiempo en un curso que se intitulara: "RSI en la lectura (clínico-crítica) de los filósofos (y sus filosofías)". No lo descarto.

En relación a otras concepciones más neuróticas o convencionales de la filosofía, ya lo he dicho: la filosofía no es un capricho, histérico o autosatisfecho, no se hace en primera instancia porque se quiere; sólo si verdaderamente urge pensar, si es una necesidad extrema hacerlo, luego uno puede aprender a querer ese deseo irrefrenable, molesto, que incomoda cualquier disposición regular del ánimo. Los filósofos que han dejado alguna marca en la historia del pensamiento (odiados o amados, según la época) lo han hecho porque deambulaban sobre los filos del abismo que nos constituye, en tanto seres precarios de lenguaje. La psicosis, la materialidad desagarrada, no se juega con dulces y almidonadas palabras. Los conceptos son máquinas de guerra o frías constelaciones estelares.

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