domingo, 31 de julio de 2011

Pensamiento materialista

La complejidad del pensamiento no es homologable a lo complicado, ni mucho menos a lo retorcido; es el anudamiento solidario de las singularidades irreductibles que acontecen (lo que pasa, no cesa de pasar, y no lo que fue). O, lo que habrá sido para lo que está llegando a ser. Historicidad viva, retroactiva, y no mortificante determinación absoluta de un pasado fijo (como sueñan idealistas y moralistas).

En este sentido, lo material, lo real, no es solamente lo que uno se imagina, o lo que dicen los diarios, o la experiencia vivida, o la memoria; es más bien el anudamiento actual de procedimientos políticos, artísticos, científicos y amorosos inconclusos, en curso, pues seguimos viviendo. La forma del juicio (ético, estético, político, etc.) es, en cambio, la renuncia misma al pensamiento.

Así, quienes pensamos materialmente podemos parecer desprolijos, incluso hasta violentos; pero ello no se debe a la informidad o rudeza de la materia con que trabajamos, sino a las torsiones de los planos discursivos que activamente padecemos y por donde derivamos sin previsiones, ni programas ni mandatos.

Por eso me causa gracia, ocasionalmente, ese procedimiento común, idealista, que consiste en apelar a la memoria y en citar dos frases al voleo para legitimar lo que, se imagina, tiene una fuerza de evidencia inapelable (i.e. "yo me acuerdo que Kirchner decía que Menem era el mejor presidente"). Ante semejantes linealidades discursivas, no se debe responder con justificaciones o contextualizaciones amplificatorias (círculos hermenéuticos de sentido), se responde en un acto sin garantías de nada, que no necesita idealizar pues confía en su desmesura; que traza diagonales y bucles imprevistos sobre los planos discursivos. Movilidad que define un pensamiento materialista en acto, e inconcluso de múltiples modos (anudados).

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