domingo, 13 de junio de 2010

Nada

Hoy me he propuesto escribir porque justamente no tengo nada que decir, eso pienso. Me he dado cuenta ahora, desde siempre, que sólo así vale verdaderamente la pena pensar, es decir, escribir. Que la verdad mienta suena maravillosamente, la escritura también. Justo hoy. Decía que era apenas un paso el que faltaba dar a la humanidad, en su conjunto gloriosamente genérico, para dejarse de joder con la muerte de los dioses y su prolongado lamento, decía eso apenas hace un rato a alguien que amo inconmensurablemente (no voy a disculparme por el abuso de adverbios). Un paso para disparar al infinito y más allá, el de todos y cada uno, en fin, el de cualquiera; no otra cosa quiero decir con lo genérico: con lo degenerado del género o estofa que se corta sola según esa ley topológica del doble bucle que en los buenos tiempos estructuralistas se le llamaba doble función y que aún funciona cada tanto.
Hoy me he propuesto pensar sin escribir demasiado en el orden de lo semántico, como es habitual en mí, desde siempre -como se dice, eternamente.
Un paso más, tan sólo un paso para que pueda contarse cada quien según el modo propio (incluido el impropio) y dejarse así de joder con las propiedades (semánticas y otras también materiales), con las clases que determinan pertenencias y exclusiones, y casos intermedios y muertes y orgías de shoppingmall y otras.
Hoy me he propuesto pensar sobre la repetición y el paso-en-más, sobre el borde del fantaseado abismo en que nos precipitamos alocadamente -desde hace tiempo- sin saber, en el mar de la calma más absoluta, pero tan sólo a un paso de lo tantísimo tan deseado. Por ahí pasamos, no caben dudas, por ahí no cesamos de pasar -hace tiempo- ¡el asunto es darse cuenta! ¡es contarse! ¡es sujeto! ¡es! ¡etcétera! Uff.

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