jueves, 4 de abril de 2013

Breves ontológicas breves

No hay ontología que no sea política.
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El objeto de la filosofía es el tiempo. Tiempo único, singular e histórico; ninguno de los conocidos. A veces se confunde lo único del tiempo con el Uno de un significante clave, de un significante Amo, ordenador. La singularidad del tiempo-de-pensamiento es irreductible a sus factores o circunstancias, no se deja identificar, pero sólo en ellas se desenvuelve.
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El Uno se divide en Dos (duplicación), el Dos se divide en cuatro (reduplicación), el cuatro en ocho (exponenciación), y así, ad infinitum, se abre la verdadera potencia (de ser o no ser). Esto no es matemática pura, es el esquema numérico progresivo que va del narcisismo al amor y de éste a la política. Los elementos no son números, ni individuos ni personas, son múltiples de múltiples que a veces se encuentran y a veces se pierden, se confunden, se enlazan, se desatan, se composibilitan. Pudiendo, a veces deciden que sí y a veces deciden que no, allí reside su potencia.
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Hay dos tipos de infinito. Uno parte de nada, del vacío o del 0, y va encerrándolo progresivamente con llavecitas y sumando lo que encierra en un simple gesto operacional: 0, [0], 0 + [0], 0 + (0 + [0])..., y así. Se producen en él jerarquías y niveles de progresión que se disciernen por la falta (de un gesto aditivo). El Otro infinito parte de lo que hay, cualquier cosa, y la parte en dos, luego en cuatro, en ocho, y así, ilimitada y exponencialmente se abre. La potencia de las partes es inconmensurable con la cosa que le dio origen, y sin embargo es algo de ella lo que se sigue partiendo, cada vez.
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La cosa se pone interesante cuando el deseo del Otro se potencia, excede la falta, su vacío, deviene indiscernible, genérica, hasta llegar incluso a constituir un anudamiento solidario de indiscernibles que, sin ser uno, son en verdad.
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Ante la falta o inconsistencia del Otro, hay dos tipos de respuesta: a) la que se muestra reactiva ante el acontecimiento pertenece a pre-potentes o im-potentes que se desilusionan y reaccionan increpando, insultando o resignándose ante la falta develada; b) la que responde al acontecimiento con la invención de nuevos posibles pertenece en cambio a quienes se reconocen tanto potentes como impotentes y encuentran en ello la posibilidad de 'hacerse ser' de un modo impropio bajo la estela de un nombre propio.

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