Sin preámbulos, respecto a la verdad de la estructura de ficción. Siempre he tenido una sospecha sobre House que acabo de confirmar en el capítulo 1º de la 3º temporada (sucede que no sigo la serie de manera sistemática sino aleatoria). Paso a relatar.
Después de haber estado cerca de su propia muerte, según parece, House se siente mucho mejor: corre varios kilómetros por día, ensaya con el skate y hasta sonríe (¡!). Lo más sorprendente para todos es que llega incluso a implicarse subjetivamente en el tratamiento de un paciente, lo que se traduce en el deseo manifiesto de querer mejorar la calidad de vida del mismo aun cuando su estado de parálisis general pareciera irreversible.
En ese momento salta a la vista todo lo que se espera de House, "el sabio", al menos desde las concepciones dicotómicas de nuestra breve cultura occidental y cristiana, tan bien representadas en este caso por las buenas inteciones de los prójimos: una cuota de razón ciega y otra de compasión idiota). O bien el médico, que es el que sabe -y House ocupa el valor máximo en esta escala trascendental-, debe dar razones suficientes para las intervenciones intrusivas (eso es lo que se espera sobre todo de él) o bien debe manifestar una suerte de modesta "compasión" por la persona de los pacientes, cuando no cabe más que aceptar la insuficiencia del saber "humano, demasiado humano" (eso es lo que hace el resto en desigual medida y en especial Cameron). Pero, de ninguna manera, el "genio" puede apelar a algo tan improbable como una "corazonada", al decir de Cuddy, o a un "puzzle" como le llama el propio House.
Y sin embargo es ahí mismo donde se imbrican razón y afecto, donde nadie lo reconoce (donde o bien esperan que finalmente House se "ablande" y se vuelva afectivo-compasivo, o bien que prosiga con su "dura" y exacta razón médica); ahí mismo donde se implicó con cierta perplejidad en el tratamiento de un paciente y su razón devino puzzle (juego), corazonada, intuitio; ahí mismo que se desestima el 'enigma subjetivo del sabio', la índole singular del sujeto, y se lo deja librado al retorno de su padecimiento (su dura razón) ocultándole que una mínima intervención -producto de su propia inferencia- mejoró radicalmente la calidad de vida del paciente. Pues los otros, bienintencionados ellos, piensan que él no puede encontrar ese inefable "significado de la vida" que sería tan precioso para la normalidad, y que debe, por tanto, aprender una lección de humildad. Vuelve entonces el malestar en la pierna, se le dificulta correr, ya no sonríe.
Curiosa esquizia la de nuestra cultura, que demanda por un lado una razón certera, sin fisuras, y por otro un afecto bobo, mimético, en lugar de propiciar una razón que (se) juegue y de un afecto perplejo, inextricablemente articulados, complejos. Allí donde House más se halla expuesto los otros creen ver la máxima soberbia. Una vez más no se ha entendido nada de qué se trata un sujeto (sí, de qué se cura tampoco)
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