sábado, 16 de febrero de 2013

De lo generacional a lo genérico

Al principio yo había hecho cierto elogio de lo generacional, en virtud de la persistencia de viejas idealizaciones que no permitían que surgiera nada nuevo (según la hipótesis de algunos, i.e., el libro de Omar Acha La nueva generación intelectual), pero ahora me doy cuenta que la cuestión generacional -la mía, la tuya, la de él- es bastante boba y limitada; incluso, a veces, hasta se coloca en una posición de (contra)dependencia respecto de otras generaciones, que no le habilita pensar. Por lo tanto, asumo de ahora en más que, a nivel del pensamiento de lo real, no sólo no existen los géneros definidos sino que tampoco existen esas marcas etarias (y otarias) que agrupan a pequeños aspirantes a algún trono. El pensamiento que vale la pena sostener atraviesa como un rayo esas pequeñas y relativas diferencias, no entra en ese juego espurio porque dispone el suyo, que es indiscernible o, mejor, genérico.

En este sentido, diría algo más. La idea bastante difundida que circula entre gente afín de que, digámoslo así, hay de lo irrepresentable, de lo irreductible, de lo irredimible, de lo indeterminado o de lo indiscernible, entre otros términos negativos, está bastante bien porque permite sostener éticamente la posibilidad de algo que no se deja capturar por las redes del sentido común positivista. Pero también es una operación bastante simplista. Creo que es necesario pasar -dar un segundo paso, si se quiere 'político'- hacia una formación que en lugar de suponerlo -como 'algo'- lo pone en acto, es decir, lo elabora de un modo propio, soterradamente.

En fin, dejemos de hacer tantos cantos y loas a la singularidad irreductible y practiquémosla en modos de escritura que no sean fácilmente digeribles, no digo ya para los mass media sino para los medios culturales especializados. No es tan fácil aceptar la singularidad cuando uno cree, bajo el peso insoportable de enormes tradiciones, que todo ya ha sido dicho o escrito. Puede que así sea, en efecto, pero la mera repetición fuera de contexto, la interrupción y la dislocación de los lugares comunes o derroteros argumentales, en fin, la escritura degenerada, pueden afectar de manera irremediable la gravedad que trasuntan esos viejos dichos olvidados de sus decires originales.

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