miércoles, 18 de mayo de 2011

Pastout

Cómo sustraerse a la tentación que plantean los mandatos prevalentes, cuyo mayor exponente sea quizás el feroz: ¡Goza!
Sustraerse no es simplemente hacerse a un costado, dejar pasar o decir, como Bartleby, “preferiría no hacerlo”. La sustracción implica, al contrario, un movimiento eminentemente activo que subvierte la economía pulsional del discurso dominante. Que crea, así, un espacio transicional, un até, entre dos muertes: la simbólica y la real.
La economía de la que hablo -y por la cual hablo- es la que organiza una lógica del no-todo, donde negamos en primer término cualquier excepción: no hay uno que no cumpla con la condición de pertenencia al juego pulsional. Paradójicamente, como plantea Lacan, al hacer esto no quedamos encerrados en una lógica de hierro, pues al negar la existencia de una excepción que delimitaría externamente el Todo, ahora, la indeterminación se desplaza al interior del mismo (de hecho no hay interior ni exterior) difuminando sus límites, es lo que significa el no-todo: algunas partes cumplen la función, otras son indiscernibles. De este modo, la afirmación de existencia de partes indiscernibles deberá ser forzada bajo la reformulación de nuevas condiciones. Lo sorprendente es que esto ocurra en múltiples (no) lugares del espacio social, impredecibles; no es prioridad absoluta de ningún soberano schmittiano.

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