Uno de los significantes que más se ha oído últimamente en torno al
legado político de Néstor K. es "coraje". He tratado de pensar
en ello a partir de la naturaleza del acto analítico y del concepto de
sujeto que allí se juega. Por eso me parece esclarecedor un artículo
de Guy Le Gaufey que se intitula "Pensar sin reflexionar en absoluto"
en tanto aborda, precisamente, la cuestión del sujeto en psicoanálisis,
ligado al acto dignificante (quería escribir "significante" pero un desliz de mi
inconsciente -o del inconsciente de mí- me ayudó a cambiar de letra y decidí dejarlo así: donde ello era...).
Pero sucede que a mi, a diferencia de Guy, me provoca transferir -y
contaminar así de algún modo- elementos del psicoanálisis hacia el
pensamiento político: al escribir pienso sin reflexionar en
absoluto(s) y, al mismo tiempo, sostengo que algo de ello puede llegar
a brindar algunas luces al deseo político -oscurecido desde siempre por suposiciones intencionales.
En primer lugar pienso que el "apasionamiento" no proviene de ningún
esfuerzo o voluntarismo per se; creo que esto es algo que también nos legó
Néstor: hacer política todo el tiempo (como él hacía), hasta el final imprevisto, tanto como hacer arte, ciencia o lo que sea en que uno se juegue, depende más bien de un deseo decidido -'golpe a golpe', decía el poeta-; y ser consecuentes con ello implica encontrar el modo de involucrarse a fondo con lo que 'no se puede no hacer'; más luego habrá que encontrar un tiempo para la reunión con aquellos que la empreden de otro modo.
Y además, si algo deberíamos aprehender de los errores pasados, es la
pluralidad de los tiempos en que se constituye un sujeto político en
sentido amplio. Diría que una máxima posible, en dicho sentido,
afirmaría: uno debe actuar allí donde se autoriza verdaderamente de sí y -como 'sí' no designa nada sustancial- en ese mismo acto se divide.
En dicho sentido, resulta paradójico que a Néstor se lo llame "loco", incluso cariñosamente,
cuando en realidad parece que Kirchner nuncá se creyó Kirchner (decía por ej."cualquiera puede ser presidente"), lo cual lo excluye ipso facto de la definición rigurosa de la locura.
Pienso que 'pensar sin reflexionar en absoluto' es absolutamente
imprescindible para afirmar el deseo a-sustancial que define lo
político en el amplio sentido (en) que nos constituye; y encontrar los
lugares y tiempos que nos encuentren reunidos dependerá, en todo caso,
de eso (deseo) a lo cual la voluntad/esfuerzo se resiste.
El "se" reflexivo, el "yo", las "mezquindades", son los primeros obstáculos
que hay que superar para afrontar el desafío de lo político. Y para
ello hace falta coraje, sobre todo en los lugares institucionales en
los que uno ya está inserto trabajando. De nada sirve proclamar el
cambio y la liberación en otros lugares y tiempos cuando uno se dedica
a reproducir constantemente lo que denuncia. Abrirse verdaderamente
implica, antes que nada, aceptar la heterogeneidad que nos constituye.
(muchos de estos motivos se hayan dispersos en la unidad relativa que brinda este espacio de escritura)
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