lunes, 26 de noviembre de 2012

Foucault y el nudo (im)propio

El maestro Foucault decía en El coraje de la verdad que según cómo se articulen/desarticulen el ethos, la politeia y la aletheia, en la historia del pensamiento occidental, encontramos distintas posiciones filosóficas.

1) La sabiduría filosófica quiere hacer de estas tres dimensiones una sola, fundada en un mítico origen (o fundamento). 
2) La profecía filosófica quiere también hacer de ellas una, pero vinculada
más bien al porvenir (de una ilusión). 
3) La técnica filosófica en cambio las quiere separadas entre sí, heterogéneas y cada una por su lado. 
4) La parrhesía filosófica, por último, las anuda sosteniendo en una interrogación incesante su mutua irreductibilidad. Este es el coraje de la verdad.

Claro que luego Foucault desbarranca, a mi modo de ver, por querer hacer de ese nudo la encarnación de uno propio, es decir, uno que reúna esas tensiones en el propio cuerpo del filósofo: el cínico, por excelencia. 

Para mí, el nudo entre politeiaethosaletheia no puede ser un nudo propio (nudo trébol, que Lacan atribuía a la paranoia), sino impropio, es decir, tejido de diversos hilos discursivos que el mismo filósofo no puede encarnar en sí mismo, sólo transitar y composibilitar a partir de múltiples operadores conceptuales y corpus textuales.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Coyuntura


El goce o lo peor. Lo quiero decir de manera lisa y llana: conozco mucha gente honesta y trabajadora a la que, con el actual gobierno kirchnerista, le ha ido más que bien; no gratuitamente, por supuesto. Sus ingentes esfuerzos, digamos, se han visto recompensados con creces. Es gente simple, aunque no tonta o nula. Y sin embargo se queja, reacciona, sin argumentar de manera convincente el porqué de su malestar. No es sólo por deporte nacional que lo hace.

A lo mejor teme perder lo que ha logrado, según cree, a fuerza de su mera individualidad. A lo sumo también de su familia y amigos. Pero no entiende o no recuerda -o no quiere entender o recordar- que antes sus esfuerzos requerían además de un suplemento perverso que hacía de la ley y el Estado un mal chiste, ese tan caro al espíritu neoliberal que hoy insiste con volver.

Es cierto, por otra parte, que semejante estrechez de miras puede ser atribuida a la mala educación y a la manipulada información que brindan los medios. Pero, además, no hay que descontar el goce idiota, ese que retorna siempre al mismo lugar y que socialmente conduce a lo peor. Quiero decir que la gente simple pero no tonta, políticamente hablando puede ser idiota, y el peligro es que la idiotez, en términos colectivos, conduce a lo peor: el fascismo.

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Entramados de poder. Los argentinos históricamente nos hemos dividido en dos bandos. Así pues, la teoría schmittiana que concibe lo político como el trazado de una frontera entre amigos y enemigos parece hecha a nuestra medida.

Y sin embargo, hay muchas otras teorías actuales que ya no piensan en términos dicotómicos y destructivos; sea porque plantean el agonismo como lucha entre adversarios; sea porque plantean la posibilidad de existencia de no-amigos; sea porque conciben la política en términos de sustracción, inoperancia, etc. Cualquiera de estas teorías vale la pena de ser estudiada, en vistas a lo que acontece y no como mera erudición de saber.

De todas formas tampoco creo que haya que temer a la dicotomización del campo, a las tensiones inherentes y a las destrucciones correlativas. Creo, al contrario, que hay que entenderlas para darles su justo lugar a otras lógicas políticas más complejas. Que haya amigos y enemigos es quizá inevitable, pues es parte del registro imaginario del otro, pero hay que estar dispuesto también a concebir otras posiciones en el campo; eso hace a lo simbólico (significantes vacíos, siempre para otros -significantes-) y lo real en juego (imposibilidad de unidad sin fisuras o malestar irreductible).

Asimismo, la destrucción no tiene por qué apuntar a individuos, bandos o cualquier otro ente, sino a los privilegios, jerarquías, exclusiones y todo tipo de distribuciones rígidas del poder. Pensar en entramados solidarios de poder es un proceso sin fin que configura distintas lógicas, registros y posiciones subjetivas.

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Causa de deseo (potencia). Más acá de las taras que cada uno tiene, taras de índole ideológica, psicológica, familiar, profesional, ética, etcétera, hay una dimensión de interpelación directa que las anuda y sobredetermina, excediéndolas; dimensión suplementaria a la cual no estoy tan seguro de denominar, como hacía en otra época el gran Althusser, ideológica. Y no estoy tan seguro porque la doble nominación de una instancia clave, ya lo hemos visto, sutura y conduce a lo peor en la práctica teórica. Por eso el sujeto simplemente se juega; y resulta indiscernible a priori. En mi caso se juega puntualmente en esto: cada vez que CFK toma la palabra, le creo, me entusiasma, no para militar en un partido, volverme un soldado de la presidenta u ocupar un cargo determinado, sino para tratar de ser mejor en lo que hago, más riguroso, más libre, más honesto. Siento fuerza, siento potencia (de ser y de no ser), siento entusiasmo. ¿Raro, no? Como dice Badiou, el sujeto es raro.

Puede que en otros momentos históricos haya habido gente que le pasaba lo mismo con Menem (o con otros presidentes): ser más vivo, más rápido, más gozador; todas esas modalidades de ser que yo no soportaba en los 90s, ni soporto. Quizás estoy siendo injusto y el riojano sí alentaba alguna virtud y en cambio CFK alienta defectos que no veo. No lo sé, porque no tengo una mirada neutral metahistórica sobre lo que pasa, es decir, estoy atravesado por eso que me afecta y al mismo tiempo hace pensar, y eso me basta: asumo la radical historicidad hasta las últimas consecuencias. 

Esa dimensión inasible, pienso, no tiene que ver tanto con la persona, ni con la simple racionalidad (de planes de gobierno, modelos o proyectos); tiene que ver con ese "en ti más que tú" -objeto a, causa de deseo- que suele tomar Zizek del psicoanálisis para decir lo suyo.

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El sentido o lo real. Quiero advertir sobre algo: para confrontarnos a lo real del deseo, esa potencia terrible y a la vez magnífica (de ser o no ser) que nos en-causa, hay que dejar caer la realidad; esa que se afanan en construir cotidianamente los medios hegemónicos y los contra-hegemónicos se esfuerzan en develar. Dejar caer la realidad implica dejar de luchar por el sentido y circunscribir lo real del síntoma que excluye cualquier sentido. Quizás se abra así una orientación compleja, anudada, que hay que soportar entre todos, sin sentido hegemónico. Un sentido vector.

Y si no lean Lógica del sentido, de Deleuze: el sentido no es algo que se construye o negocia, es un acontecimiento que afecta y moviliza los cuerpos. Por eso no se logra con campañas de concientización o por la persuasión de buenos comunicadores; cuando acontece, el sentido, produce un entramado solidario, alternado, entre los cuerpos. ¿Pero puede haber acontecimiento a nivel de lo que se dice un estado-nación? No lo sé, lo estamos indagando.