domingo, 29 de julio de 2012

Ley y suplemento (acerca de los padres)

En una interesante crítica a Matrix, Carlos Schilling escribe que "en una sociedad sin ley el superhéroe es su suplemento fallido". Ahora bien, yo quisiera efectuar un desplazamiento sobre esta idea: de algún modo, la ley siempre tiene un punto de falla suplementario, una excepcionalidad inmanente o una inconsistencia constitutiva sobre las cuales se funda, que devela así su incompletud o su falta de límites; sobre esas fallas o inconsistencias hay que apoyarse (diría Celan), pues esas son las marcas de los padres que han cumplido su función (al borrarse o barrarse). Quizás el problema de nuestra época sea la dificultad de entender que el llamado a los padres no es a restaurar su autoridad perdida: pues antes no debieron borrarse imaginariamente, como tampoco ahora deben encarnar ninguna presencia; se trata -como siempre- de esa borradura/barradura simbólica que se asume en su incompletitud o inconsistencia (diría Lacan). En fin, no se trata de restaurar la ley frente al suplemento heroico fallido, sino de asumir la falla inherente a la ley que, aunque no la veamos, siempre está; y ese es el verdadero acto heroico.

sábado, 28 de julio de 2012

Sujeto femenino

He llegado a una conclusión sobre la lectura de Lacan que emprendí hace ya varios años: el sujeto del que habla y escribe, a lo largo de toda su enseñanza, es esencialmente femenino. Pues para él el sujeto es siempre una suposición, esa misma que lo lleva a fracasar una y otra vez, cada vez mejor, cada vez más cerca, más próximo, sin nunca cerrar el concepto. Que el sujeto supuesto por Lacan sea esencialmente femenino no quiere decir que tenga una esencia. Justamente esa imposibilidad de totalización del concepto, esa falla lógica y sexual irreductible, es lo que lleva a Lacan a multiplicar sus recursos de escritura: numéricos, topológicos y demás. Quizás esto explique también esa extraña alusión de Cortázar respecto a que Lacan ponía al lector en posición de hembra. No por la imbecilidad que le adjudica a la posición femenina la pasividad, sino porque aquel lugar estrecho por el que se entra a los escritos lacanianos requiere, ineludiblemente, participar de la suposición del sujeto femenino. Ese que objeta el universal de manera discordancial, ese que si lo hubiera no haría falta que fuera ése.

lunes, 23 de julio de 2012

Uno fallido que des-cuenta

I

Alguien comentaba la otra vez que todo lo que se escribe en los 'estados' del facebook es autorreferencial. Lo cual es absolutamente lógico, si se tiene en cuenta que la pregunta que interpela desde el vamos es '¿qué estás pensando?'; y aunque uno pueda pensar en muchas cosas distintas es evidente que siempre lo hace desde uno, y por ende, de alguna forma u otra, luego de su breve excursión retorna al Uno. Ahora bien, excediendo ese mínimo 'estado', normal por antonomasia, ¿es posible escindir efectivamente la lógica del Uno, y el monólogo concomitante que la acompaña, incluso cuando cree referirse a lo múltiple y diverso? ¿Y si fuera al revés? ¿Si asumir la autorreferencia fallida (en el sentido de que no puede nunca coincidir consigo misma y por eso vuelve, una y otra vez, a referir), el Uno-en-falta, en lugar de creer a priori en la apertura, el diálogo y la multiplicidad de perspectivas que uno como buen demócrata siempre contempla, fuera lo que abre verdaderamente al común, ese sin rostros ni nombres preferenciales, es decir: a la política más allá del amor y del goce narcisista? Para luego sí, quizás, en una retroactividad imprevista encontrar el amor con alguien que porta un rostro singular y con quien se indaga una diferencia absoluta (el Dos), diferencia a explorar en la multiplicidad infinita que ofrece un mundo escindido.

II

Hay unas palabras muy atinadas, atribuidas a Germán García ('¿acaso importa quién habla, dice alguien que importa quien habla?'), sobre la táctica del analista: "¿Cuál es la táctica del analista? -se pregunta García- Es la interpretación. La interpretación es táctica porque es un saber que vale para la ocasión y desaparece con la ocasión. Sabemos que en los análisis nadie dice genialidades, sino que dice, con suerte, algo en el momento preciso". Lo que me llevó a preguntarme, esta vez a mí, por la táctica del analizante y lo que se abre más allá de un análisis: ¿Cuál sería esa táctica, entonces, si la hay? ¿Acaso el amor de transferencia, que vale para la ocasión y desaparece con la ocasión? Pues sabemos, también, que en los análisis nadie produce el Dos, sino, con suerte, ese Uno fallido que monologa creyendo que se dirige a un Otro (cuando no lo hay) y lo asume.

III

En el libro las mil y una noches hay un cuento que cuenta acerca de ese mismo libro, de 'monstruoso modo', decía Borges, porque ya no se trata de uno (en) más que se desliza en la lectura metonímica, sino del bucle recursivo que, al volver sobre el conjunto, lo destituye como totalidad virtual de sentido para actualizarlo en un punto paradójico imposible. Ese cuento no es extensivo, es decir, no puede contar parte por parte el libro que lo contiene (no es una reduplicatio), tampoco una síntesis del mismo (no es un resumen): cuenta al contador, devela la textura de la trama, des-cuenta; y eso, lejos de tranquilizarnos, nos resulta ominoso, porque entonces, nosotros lectores, creyéndonos inmunes a la escritura también podemos ser meros personajes de un relato que nos excede -sugiere Borges. Encontrarse de repente con ese punto paradójico donde se cuenta lo que cuenta, donde se destituye al contador virtual en beneficio del acto concreto de escritura, en su materialidad y exceso, no restituye para mí ningún metarrelato, si no, al contrario, la liberación del acto de escribir sin garantías, ni suposiciones absolutas ni mandatos determinados. Y esa operación es lo que llamo sujeto (o también, por qué no, una forma-de-vida).

martes, 17 de julio de 2012

Filósofo materialista

Antes que todo, como diría Magritte, esto no es una definición.

Un filósofo materialista no se esfuerza en juzgar, en discernir, en clasificar, ni siquiera en comprender o interpretar, lo que pasa o lo que hay. Un filósofo materialista compone y apuesta, en cambio, por las posibilidades indeterminadas de lo que encuentra, por aquí y por allá, al paso. Compone materialidades discursivas que son como tejidos, como trenzas, como nudos, y que llama conceptos. Los conceptos materialistas no son meras definiciones, ideales u operacionales, son más bien montajes concretos efectuados entre procesos indiscernibles o genéricos, sin fin, ni finalidad ni lucro. Por eso constituyen una pura apuesta, a que hay apuestas, y que vale la pena perderse tanto como encontrarse, entre ellos y ellas, componiendo una materialidad sin objeto. Un filósofo materialista no tiene consideración para con las buenas o malas conciencias, más o menos idealistas, las atraviesa como un rayo para dirigirse directamente a los cuerpos, esos que se hayan adormilados pero que, cada tanto, acusan recibo y responden.

viernes, 6 de julio de 2012

Momentos de una cura en proceso

Tres momentos que hacen al proceso de una cura: pensamientos, inteligibilidad, soledad (en) común.

Pensamientos. Al principio no quería pensar más, los pensamientos me hastiaban, eran bastante repetitivos y negativos; así que busqué orientación por el lado oriental, para aprender a dejarlos pasar -tal como mandan las buenas prácticas meditativas- cual si se trataran de vagones de tren que uno decide no tomar y sólo ve alejarse cada vez más rápido, hasta que se vuelven un continuum indiscernible. Funcionó un tiempo. El problema es que las formas de vida oriental, transplantadas a occidente al menos, son en general bastante aburridas. Y además, las prácticas aisladas se degradan de a poco. Así que volví al ruedo, el de las tensiones occipitales que nos caracterizan: ya no se trataba de pensar en contenidos negativos, o prescindir directamente de pensamientos, sino de asumir hasta el hueso la radical negatividad que los y nos constituye, atravesando las sucesivas capas de sentido hasta la insensatez misma, y su reverso. Empezaron a aparecer pliegues, nudos, quiasmos y toda una serie de infraestructuras tan extrañas como impuras. Ahora, he tomado el tren en marcha -como quería el viejo Althusser- y cada tanto salto de uno a otro, entre andenes.

Inteligibilidad. ¿Por qué a veces conocer la causa del síntoma, del padecimiento, no alcanza para curarse? Este problema ya era patente en Freud, quien por eso formuló la idea de un 'más allá del principio del placer' -al que Lacan traducirá luego por 'goce'-. Sin embargo, pienso que la respuesta se encuentra en otro lado. La verdadera inteligibilidad -la que conmociona, afecta y transforma- no depende de haber establecido la cadena causal, o sus múltiples concatenaciones, ni siquiera de remontarse hacia el prejuicio original, el principio trascendente o el trauma descen(ca)den(an)te; la verdadera inteligibilidad emerge en el medio mismo y se expone, en una simultaneidad que hace nudo, con interrupciones y enlaces parciales; tan rigurosos éstos como solidarios en sus modos de cruce alternados (es la ambigüedad del término 'sobredeterminación' la que está en juego). Por eso afecta, no hay más escape o deslizamiento; hay arrinconamiento y desenlace.

Soledad (en) común. Creo que en parte todos nos sentimos un poco solos en algún momento, y por ende buscamos el lugar, el grupo y la circunstancia donde por fin aboliríamos definitivamente una soledad que es constitutiva (incurable). A veces la búsqueda se intensifica, cuando el lugar nos empieza a quedar chico y el deseo de salir, las ganas de explorar y de crecer, aunque de un modo indefinido y difícilmente especificable, pujan. Lo que se intensifica es cierta angustia, cierta incomprensión, cierta sensación de ser 'sapo de otro pozo'. Hay tantos amigos y amigas que quisiera sepan pueden contar conmigo en esos momentos, y a quienes quisiera decirles que no existe EL lugar, EL grupo o LA circunstancia, sólo las ganas de encontrarse, quizás, de cruzarse un momento y luego seguir hacia donde dicte el deseo. Hay que animarse. ¡Y no escuchen a resentidos y oportunistas! [Hablo de soledad (en) común porque pienso que para entrar en cualquier colectivo humano cada quien debería, primero, curarse de esa idea sintomática relativa a que su pertenencia, y por ende la de todos, se debe a un rasgo o predicado característico que precisamente totaliza y hace al conjunto en su multiplicidad; entonces, así, de acuerdo al grado de locura de cada quien se tratará de purificar, unificar, homogeneizar en función de ese rasgo. Asumir en cambio la soledad de una singularidad irreductible (sin rasgo: a-especular) para, ipso facto, entrar al común, exige aceptar que no hay tal totalidad -o que las mismas son ficticias- y que, no obstante, esa tendencia unificante es un sinthoma -nudo- que puede devenir un saber-hacer con lo real de la pura dispersión, antes de precipitarse en ella, sin creérselo en absoluto; es decir, sin permanecer en un imaginario que totalice, según la lógica del para-todo, dicho saber; lo cual exige, por otra parte, que cada quien encuentre el modo de forzar su pertenencia al común en un gesto singular e intempestivo].

miércoles, 4 de julio de 2012

varia(dos)

Para mí, en cambio, lo único que importa absolutamente no es siquiera la interrogación del ser, del no-ser, de la materia o del espíritu; lo único que importa es esa operación sustractiva que se especifica siempre desde un borde singular con el nombre de 'sujeto'. Esa operación que me obsesiona e histeriza al mismo tiempo, que demando, necesito y deseo en todo tiempo y lugar, que funda el tiempo-acontecimiento bajo cualquier circunstancia; ese modo de hacer, esa praxis que sólo se da entre letras o instituciones, entre saberes y verdades, siempre anónima, translegal, inclasificable, es lo único que me genera verdadero respeto. Todo lo demás me puede provocar risa, simpatía o espanto, mas no (en)causar ese extraño pensamiento que define una praxis. ¿Pero cuál era? Como la bomba, un minuto más y estallaba...

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A lo mejor no se trata de ver o no ver a Tinelli, de estar o no estar en el facebook, o en todo aquello que sea pasible de ser deglutido por esta gran máquina de reproducción que llamamos consumismo-capitalismo, a lo mejor es más disruptivo darle otro uso que el que quieren los que la producen y reproducen incesantemente, con sus circuitos asegurados de información y consumo, a lo mejor la nueva disciplina que necesitamos para socavar este sistema es la de una inconsistencia sistemática, que abra permanentemente brechas e interrupciones en las lógicas sapientes que pretenden regularlo todo, en su ficción de libre mercado. Sí, pienso que necesitamos darles otros usos, inconsistentes y sistemáticos, que contaminen la purificación lógica que domina mediante su variante interminable de objetos de consumo.

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No es que esté lleno de contradicciones, como si yo mismo fuera una especie de recipiente a ser ocupado por ellas o sus contrarias: las coherencias; más bien soy esas mismas contradicciones, me juego en ellas y esa es la única coherencia posible.

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A veces, unas ganas de gritar inmensas que desbordan todo cuerpo pensable. A veces un golpe seco basta para aplacar la humedad del silencio. Cuerdas contra cuerdas, letras a través de letras, sólo se trata de escuchar lo que resuena, a veces: solo. Puedo adivinar ese sutil hilo que nos recorre el cuerpo en un escalofrío, como una daga infinitamente filosa que corta en todas partes, a la vez y sin cesar. ¿Duele? No. Que proliferaran las palabras así, insensatas pero urdidas en tramas infinitas que hicieran vacilar toda pretensión definitiva.