martes, 28 de febrero de 2012

Pensar III

Demostrar que otro piensa es mucho más difícil que hacerlo respecto de uno mismo (maxime cuando pensar exige el descentramiento egomaníaco); claro que todos tenemos el derecho a imaginar, fantasear y suponer que lo hacemos (unos y otros) en alguna medida, el asunto es marcar la diferencia (lo distintivo) de manera tal que potencie y habilite múltiples cosas, pensamientos y decires (sin medida). Permanecer en cambio en las diferencias previsibles que dictamina el sentido común no me parece que abone en ese sentido.

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Las palabras 'complejo' y 'heterogéneo' se usan cada vez más en el sentido común, generalmente como sinónimos de 'complicado' y 'caótico'. Son formas de indicar de modo un tanto sintomático la singularidad del espacio democrático. Yo me siento un un poco promotor de este espacio y de las oportunidades que abre en este tiempo. Para mí, dicho espacio-tiempo se organiza de una manera rigurosa: es el orden nodal de la alternancia. No simplemente de los opuestos al orden y a la jerarquía. O de la alternancia electoral, o de los poderes instituídos. Aprender a pensar en la alternancia de posiciones, de unos y otros, en el cruce de estratos temporo-espaciales, eso es lo que habilitaría extremar el juego democrático, en todas sus dimensiones y potencia. Eso es lo que habilitaría el pensar conjunto, descentrado, pulsado desde la singularidad de cada quien.

lunes, 20 de febrero de 2012

Cuestiones políticas del momento

Sobre la soberanía energética. Interesante. El asunto -político por excelencia- es no permanecer estático. Lo que a veces no alcanzamos a comprender es que el movimiento se produce de distintas formas en el complejo espacio social, según lo que le toca a cada quien, es decir, según lo que le afecta y a su vez puede afectar. A algunos les toca producir frentes, a otros sumar información, a otros producir conceptos -por dar sólo algunos ejemplos-; sin privarnos de que, según la modalidad del tiempo, el afecto cambie de orientación y de tarea imprevistamente. Lo que sí es antipolítico por excelencia es la estática que se cristaliza y la reacción que se escandaliza.

Igual no soy extremista, es lógico que uno a veces reaccione y otras veces se inmovilice, el asunto es salir de ahí y comprometerse con la potencia, con lo que moviliza, en una combinación inesperada.

Y aquí está la cita de Ma. Pía López que yo tomaba de Forster hace unas semanas (se ve que hubo un atraso en la publicación del artículo o circuló informalmente). En cualquier caso, acuerdo bastante con esta perspectiva -al igual que con Forster y González-. Mi aporte a esta serie de debates en curso, sería pensar la idea de nación como un nudo solidario de al menos tres dimensiones heterogéneas e irreductibles entre sí: 1) los recursos naturales (tierras, agua, montañas, bosques, etc.), 2) los recursos institucionales y organizacionales (estado, empresas, ong's, asambleas ciudadanas, etc.), 3) los recursos subjetivos y proyectivos (modelo, proyecto, formas de vida, etc.). Como dice Pía, el diálogo democrático consiste en articular esa composición heterogénea. Agregaría yo: no de cualquier forma, sino de alguna que permita que ninguna instancia prime sobre las otras totalmente sino sólo en puntos locales, desplazables e invertibles. Probar aquellas combinaciones que no reduzcan el nudo a una sola lógica (ecológica, productivista, ancestral, etc.) ni tampoco a una rígida compartimentación sectorial. Encontrar los sitios de enlace solidarios que abran a la potencia del ser-en-común. Esa es la apuesta.

jueves, 16 de febrero de 2012

Filosofía

La filosofía es una necedad; a veces me siento tentado a interpolar la palabra con un ¡sí! bien afirmativamente nietzscheano al medio de ella, claro que con un paréntesis bien post: nece(sí)dad. La filosofía es una nece(sí)dad. Es decir, la necedad afirmativa asumida hasta sus últimas consecuencias, la necesidad mayor (universal); todo en miras de combatir las necedades y necesidades menores (particulares). Así es que, los que nos inscribimos en este discurso (que sólo contingentemente es también universitario), interrogamos el sentido del ser, de la existencia, a través de diversos entes, instancias o prácticas electivas.

Algunos se han inclinado por los esclavos; otros por los astros; otros por los amos; otros por las histéricas; otros por comprender; otros por los archivos; y así. El asunto, no obstante, ha sido siempre el mismo: destituir el discurso de moda que tiñe a su modo el resto de las actividades humanas concretas dotándolas de algún sentido particular universalizable; llámesele doxa, creencia, ideología, episteme, dispositivo o paradigma. Pues la filosofía, como práctica, busca destituir ese sentido y modo de organización general de las prácticas, en virtud de señalar lo que éstas tienen de irreductible al sentido general (el buen sentido, o sentido común): su singularidad universal.

La práctica filosófica recomienza incesantemente, tanto como lo hacen las pretensiones de totalizar el sentido y de privilegiar unas prácticas por sobre otras. Es lógico que ello suceda, pues los seres parlantes creen que sólo vale la pena alguna cosa que ellos dominan, o creen dominar, según lo han aprendido históricamente; y no la actividad per se, en su dimensión de 'puro gasto'. Sucedió y sucede aún con el arte, la ciencia, la política, la religión, el amor, y tantas otras erigidas en estandartes de la única experiencia verdadera. La filosofía es por excelencia el discurso del no-dominio -pese a las apariencias de los grandes tratados-, de la destitución de los saberes y las reducciones de sentido último; es la negatividad trabajando incesantemente (aun si se dice 'sin empleo', constructiva, deconstructiva o genérica); la falta modulada infinitamente; la dislocación aprehendida y perdida; la captación y el sobrecogimiento. La filosofía, como decía Kant y repetía Foucault, aspira a alcanzar la mayoría de edad, pero ello implica sobre todo, al contrario de lo que creía el humanismo, asumir la radical in-humanidad que nos constituye (para no achacársela al otro).

martes, 14 de febrero de 2012

Hay que

Hay que poder golpear, machucar, cortar tanto como acariciar, besar, abrazar; acontecimientos corporales dispares, con todas sus modulaciones gramaticales concomitantes.

Hay que estar dispuesto a matar para que perdonarle la vida a alguien tenga algún valor.

Hay que estar dispuesto sobre todo a soltar a quien se ama para que el continuar juntos, si así se decide, resulte una apuesta impredecible.

Hay que poder dar miedo, risa, pena.

Hay que atreverse a circular por los extremos insondables del ser, con impasible semblante.

domingo, 5 de febrero de 2012

Heidegger, Deleuze, nosotros...

Cuando Heidegger intenta justificar su investigación ontológica, ante las posibles objeciones lógicas del circulus in probando, remite a un extraño fondo: "En el hacer la pregunta que interroga por el sentido del ser no puede haber ningún circulus in probando, porque en el responderla no se trata de una fundamentación, sino de un poner en libertad un fondo que muestra este fondo." (Ser y Tiempo, 17).

Para Deleuze en cambio ya no se trata de ningún fondo, ni siquiera de la seriedad que implica su liberación, sino de un juego en superficie donde se producen una serie de acontecimientos. La seriedad ya no responde a lo grave, o a lo profundo, sino a las series paradójicas y divergentes que constituyen el pliegue del sentido: "Se diría que la antigua profundidad se ha desplegado, se ha convertido en anchura. El devenir ilimitado se sostiene enteramente ahora de esta anchura recobrada [...] Los acontecimientos son como los cristales, no ocurren ni crecen sino por los bordes, sobre los bordes [...] los acontecimientos, en su diferencia radical con las cosas, ya no son buscados en profundidad, sino en la superficie, en este tenue vapor incorporal que se escapa de los cuerpos, película sin volumen que los rodea, espejo que los refleja, tablero que los planifica." (Lógica del sentido, 32-33).

Así pasamos, con Heidegger, de la aséptica justificación lógica a la profunda indagación ontológica, y de ésta, con Deleuze, al impasible examen de los acontecimientos. Pero incluso ahora nos encontramos ya en otra parte, tramando otras dimensiones lógicas, ontológicas y acontecimentales. Parte de eso se escribe, cada tanto, en multiplicidad de sitios y registros discursivos. No hay obra. El autor es contingente.

sábado, 4 de febrero de 2012



¿Qué le enseñó el nudo borromeo a Italo Calvino?

Por Adriana Bauab Dreizzen



Entre los años 1980 y 1984 Italo Calvino escribió una serie de crónicas y ensayos1 sobre diferentes exposiciones que había visitado, cuya particularidad consistía en que cada una de ellas exhibía objetos que formaban una colección.
Antiguos mapamundis, monstruos de cera, tablillas de arcilla con caracteres cuneiformes, estampas populares y nudos de distintos tipos, eran algunos de los ítems que reunían esas colecciones. La descripción minuciosa de esas muestras parece una suerte de paseo de la mano de Calvino, observador de mirada inteligente y erudita pero por sobretodo teñida por la sorpresa y el placer de quién a cada paso, en cada objeto, descubre un destello nuevo.

Uno de esos ensayos llamado “Dígalo con nudos” se refiere a la exposición sobre “Nudos y ataduras”, que se exhibió en la Fundación de Artes Gráficas y Plásticas de París. El recorrido transita por diferentes recintos que presentan las utilidades que diversos pueblos encontraron empleando nudos. Lenguaje de nudos que llega hasta nuestros días como una forma primordial de escritura, vestigios indelebles de la subjetividad de antiguas civilizaciones.
Comienza describiendo los nudos utilizados por algunas tribus de las islas del Pacífico que encontraban en el anudamiento de cuerdas diversos modos de expresar acuerdos o desacuerdos. Desde las declaraciones de guerra, hasta las propuestas de alianzas militares se pactaban a través de nudos que iban y venían entre los contendientes.

También con la ayuda de cuerditas anudadas, esos aborígenes recitaban extensos poemas épicos y gestas de antepasados, funcionando de ayudamemoria. Esas trenzas anudadas, que se leían a través del tacto manual se denominaban “origen del verbo”, ya que de ellas parecía que nacían las palabras. Guardaban lo que Georgio Agamben remite al origen mítico de la palabra adscribiendo a la tradición oral.
Los quipus de los antiguos incas del Perú también estaban constituidos por un tejido de nudos a través de lo cuales se contabilizaba la economía de sus finanzas, los censos de la población y la producción agrícola.

En la religión budista se le adjudica a la figura del nudo poderes relativos a la unión, a la ligadura entre el cielo y la tierra, el espíritu y la materia, la vida y el cuerpo. En sofisticadas ceremonias religiosas hacer un nudo con los dedos simboliza cerrar el espacio a las influencias nocivas.
Uno de los últimos tramos de esta colección de nudos y afines está dedicado al arte contemporáneo. Varios artistas por medio de ataduras, sogas y ovillos de diversos materiales se inspiran en la fuerza primitiva del nudo tal como lo expresaban esas culturas tribales y los usos prácticos del anudar en la vida cotidiana para hacer obras artísticas de múltiples texturas.
No finaliza el ensayo sin hacer referencia al catálogo de la exposición donde figura un relato de un matemático, Pierre Rosenstiehl. Éste afirma que los nudos, como configuraciones lineales de tres dimensiones, son el objeto de una teoría matemática. Parece ser que uno de los nudos que complejizan la teoría es el nudo borromeo tan difundido por las enseñanzas de Lacan.

Casi terminando el ensayo, Italo Calvino cita al nudo borromeo y según sus propias palabras se atreve a formular la idea geométrico-espacial que de él se ha hecho: El espacio tridimensional –dice– tiene en realidad seis dimensiones porque todo cambia según que una dimensión pase por encima o por debajo de la otra, o a izquierda o a derecha de la otra, como en un nudo.
Fue el 8 de julio de 1953 en la inauguración de la Sociedad Francesa de Psicoanálisis que Lacan habló por primera vez de lo real, lo imaginario y lo simbólico, y recién casi veinte años más tarde los corporizó en el nudo borromeo, que le vino como anillo al dedo para continuar reinventando el legado freudiano, el psicoanálisis.

Dice Lacan al principio del seminario R S I2: Es preciso que lo Real pase por encima (surmonte), si puedo decir, de lo Simbólico, para que el nudo sea realizado. Esto es lo que, por tener cuatro términos, Freud mismo no ha podido hacer. Pero es muy precisamente de eso que se trata en el análisis, es de hacer que lo Real, no la realidad en el sentido freudiano, que lo Real, en dos puntos, pase por encima (surmonte) de lo Simbólico.
¿Pero será posible que lo real pase encima de lo simbólico en dos lugares, cláusula restrictiva del anudamiento borromeo3? A lo largo del seminario RSI Lacan intenta ese pasar encima lo real sobre lo simbólico en dos puntos, para que el nudo sea realizado. Sin embargo hacia el final de RSI debe recurrir inexorablemente al cuarto anillo, que remedia las fallas del anudamiento y evita que cada una de las cuerdas se vaya por su lado. Cuarto que, en la neurosis, proviene del desdoblamiento de lo simbólico en símbolo, que es el universo simbólico del que dispone un sujeto, los nombres de los que se sirve para decir lo real y sinthome, que es la realización de lo simbólico, la obra, producto de saber hacer con el simbólico de que el sujeto dispone, un real. Obra que traduce el saber hacer de su vocación, obra que remite a los particulares enlaces que establece con el prójimo, obra que es el genuino modo que el sujeto tiene de inscribirse en el amor.

El nudo borromeo propone una maleabilidad de la estructura en que la disposición de las cuerdas, proveen nuevas dimensiones. Tal es así que todo el ensayo “Dígalo con nudos” de Calvino se resignifica cuando el nudo borromeo hace su aparición bajo la lectura que de él hace el escritor. Se evidencia entonces que el lenguaje de los nudos puede expresar la máxima diversidad, según las secuencias posibles del tipo –arriba y abajo–: la declaración de la guerra o la alianza para la paz, un balance positivo o uno negativo en una cuantificación, podemos agregar, un goce en exceso o el vacío que causa al sujeto.
El espacio no sólo no es tridimensional sino que según cómo se hace pasar una cuerda puede o no producirse un nudo. Según Calvino, el arte de hacer nudos conjuga la culminación de la abstracción mental y la manualidad al mismo tiempo, y por eso podría considerarse la característica humana por excelencia, tanto o más aún que el lenguaje.

Finaliza el ensayo ilustrando los oficios que se sirven de los nudos para producir su obra. Desde el marinero al cirujano, del remendón al acróbata, del alpinista a la costurera, del pescador al embalador… Nos preguntamos, ¿podríamos incluir al analista en el arte de hacer nudos? Artesanía particular por la cual del enredo en que el sujeto se embrolla los pies, el análisis teje el entramado fantasmático, y de la dimensión del síntoma adviene la del sinthome. Entre suturas y empalmes, desovillar, anudar y cortar son operaciones del análisis.
Volviendo al comienzo, si el nudo borromeo le enseñó a Calvino que las dimensiones varían según una cuerda pase por arriba o por debajo de otra, tal vez ahora estemos en condiciones de preguntarnos qué nos dice el nudo borromeo a los analistas.

En estos tiempos en que la farmacología hace alianza con la nosología y crea un sinfín de nuevos cuadros clínicos (panic attack, trastorno obsesivo compulsivo, trastorno dismórfico) para los padecimientos, desinteresándose de la palabra, el nudo muestra lo esencial de los goces que habitan al sujeto. Los que lo parasitan, los que lo embarazan de inhibición, síntoma y angustia, pero también los que –operación analítica mediante– abren a las dimensiones del sinthome. En un lenguaje donde no hay lugar para las etiquetas, tiende a poner en relación lo real, lo imaginario y lo simbólico, paradigmas del psicoanálisis, de modo que cada cuerda señale el oportuno territorio que delimita, recortando en el encaje de los tres registros un lugar para el goce de la vida.

Tal como el ensayo de Italo Calvino relata, en el arte de anudar cuerdas residen las huellas más genuinas de la subjetividad de diversas civilizaciones. Desde los pueblos primitivos hasta las jóvenes expresiones artísticas de vanguardia plasman con los nudos trazas singulares de subjetividad. Aunque podemos intuir que el manipular cuerdas trae en ocasiones una cuota de resistencia para los analistas, el que el psicoanálisis, disciplina donde reina la palabra, haya sido tocado por el arte de los nudos, apuesta a un hacer, saber hacer con lo real del goce. Más allá de la tradicional interpretación, las intervenciones del analista son también desde la cuerda de lo real y lo imaginario.

¿Qué nos legó Lacan con los redondeles de cuerda? ¿Qué de lo genuino de su práctica analítica nos enseña el operar con el nudo borromeo? ¿Cuáles son los impasses de la clínica que el nudo no alcanza a mostrar?
Preguntas, enigmas, que quedan para que cada analista, se aventure a formular una respuesta… en lo que de oficio tiene el psicoanálisis.


1. Reunidos en el libro Colección de Arena de Italo Calvino,Ed. Siruela, Madrid, 1984. Uno de sus ensayos es “Dígalo con Nudos”, al que nos referimos en la presente nota.
2. Clase del 14 de enero de 1975.
3. El nudo borromeo tiene dos cláusulas, una prescriptiv (cualquiera de los anillos que se corte los otros dos se separan y otra restrictiva (la tercera cuerda pasa por abajo de la que está abajo y por arriba de la que está arriba).

jueves, 2 de febrero de 2012

El hombre nuevo

Pienso hoy el hombre nuevo no como un producto terminado (esencialmente), ni siquiera de-terminado (en el doble sentido de: voluntad y sujeción) por instancias que lo trascienden, o sencillamente in-determinado (el hombre sin atributos, el relativista: 'me da lo mismo cualquier cosa'); lo pienso más bien como proceso, abierto, múltiple y complejo; lo pienso, así, sobre-determinado por una serie de prácticas irreductibles entre sí, que se hallan en tensión articulada y se exceden mutuamente. Prácticas que escasamente se coordinan y/o armonizan.

La sobredeterminación no es una determinación múltiple ni una co-determinación dual; es un nudo solidario de al menos tres componentes a los que les basta con que uno de ellos no se sostenga para que el conjunto entramado se desarme. El hombre nuevo se hace en las brechas e intersticios de la estructuras prevalentes, anundando entre ellas una doble heterogeneidad: la que disponen las verdades, como procesos genéricos que horadan los saberes y lenguajes legitimados, y la que presentan las mismas verdades entre sí. Tiempo único.

El hombre nuevo no se aferra a ninguna verdad particular, ni a un lugar, ni a un nombre privilegiado; no es dogmático. Pero tampoco circula livianamente por todos lados, cual frugal cosmopolita, probando un poco de todo; su trayecto es eminentemente singular. Es axiomático. Y más. El hombre nuevo es el hombre-nudo, así de frágil es su fortaleza, su consistencia genérica tramada en la reduplicación de al menos tres cruces alternados.

¿Ustedes -camaradas, compañeros, hermanos- se dan cuenta (se cuentan así)? Entre el vacío lógico del nombre propio, el vacío ontológico que dispone el ser de cualquier situación, y el vacío de una imagen adecuada a semejantes procesos de vacuidad, entre esa triple distancia tomada, algo sutilmente se compone, toma cuerpo, nombre, materia. Estoy hablando del nudo que teje cualquier existencia en tanto que cualquiera.

Pues ahora es así: todo es múltiple. Hay múltiples exigencias, múltiples censores, múltiples moralistas, múltiples estructuras jerárquicas. La ruptura con la lógica del uno (reductio ad unum), de la autoridad, del canon, del padre, exige entonces una potenciación extrema, una ruptura de rupturas, una fidelidad de fidelidades, una apuesta a que hay apuestas, un devenir múltiple de lo múltiple. En fin, un pensamiento o una praxis de segundo grado, que abre tanto al poder-ser como al poder-no-ser; y no es meramente agresiva, es más bien trans(a)gresiva. Para ello hay que hacer que las exigencias, los padres, las valoraciones, los cánones, las cuentas, se anulen entre sí, se interrumpan mutuamente. Para ello hay que anudar por otros lados, por otras partes, anómalas, potenciadoras, imprevistas.

Porque no es que pasamos simplemente, así como así, de la lógica cerrada del uno a la proliferación espontánea de lo múltiple; antes hay una estructura compleja que se abre sólo en la potenciación imprevista del segundo grado aludido, y es ella la que habilita que lo múltiple no se reduzca de nuevo a lo uno.

Mi tesis entonces es que la mayoría de nosotros no pasa habitualmente del 1° grado, en términos de un pensamiento materialista estricto, por más doctorados que se haga, idiomas que se hable o reconocimientos que se reciba (engrosamientos del cv). No obstante, no creo que haya que ser un genio o producir algún invento que conmocione a la humanidad para pasar a 2° grado; aunque tampoco se trate de una posición que se conquiste definitivamente y, además, nada garantiza que no haya retrocesos. Al segundo grado de pensamiento se accede en cualquier juego de lenguaje -hasta el más nimio- en tanto se capta la imposibilidad de metalenguaje y lo que hace sus veces de sustituto: un agujero recubierto por diversos semblantes (voz, mirada, etc.).

No basta con hablar de psicoanálisis, o llegado el caso, de metafísica y de los conceptos altamente especulativos asociados a esos discursos; hay que hallar la falla singular que nos causa a hablar -en tanto somos seres hablantes- en el seno del discurso, cual sea, por nuestros propios medios. Ahí se abre la verdadera potencia, que no versa sobre contenidos o lenguajes-objetos, sino sobre el objeto mismo, la pérdida o agujero, sin garantías de significación o deslumbramiento.

Ser materialista, en el sentido arriba aludido, no implica volverse sobre objetos o prácticas concretas que otros realizan o disponen, menos aún volverse sobre uno mismo para encontrar la quintaesencia de la cosa del pensamiento; sino, simplemente, encontrar y operar en y desde umbrales de indiscernibilidad de prácticas y discursos, de objetos y pensamientos, allí donde no hay garantías, no hay significaciones establecidas, ni dominios de saber.